27/04/2024
07:36 AM

Evidencia

    Ante evidencia, tan evidente, las iniciativas dejan huellas de incapacidad, sobran las palabras y queda el espacio suficiente, vital en esta ocasión para acciones inmediatas, pues todo lo demás lleva décadas en archivos con uno de los mayores desplantes irresponsables en todos los gobiernos. El valle de Sula sigue clamando y ahora con más fuerzas, pues las últimas desgracias marcan distancia mínima, de un día para otro, exigiendo previsión y prevención.

    No hay que darle más vuelta. La creación de comisiones ha servido para dilatar o imposibilitar soluciones que es lo que se necesita para dejar de cabalgar en emergencias permanentes, en abonar la pobreza y en aumentar la desconfianza en quienes se autocalifican de salvadores, aunque no especifican de quiénes, aunque conocemos que son los mismos.

    Bastaría aludir, aunque superficialmente, al anuncio del alcalde capitalino en Twitter, para señalar el lado positivo de las lluvias, pero la otra cara, la de la irresponsabilidad, es la de los funcionarios en todas las administraciones que no han sabido ni querido aprovechar ríos y quebradas para multiplicar los cultivos de riego, garantizar el vital líquido para el consumo humano y disponer más fuentes de energía limpia. “Las lluvias de las últimas 48 horas han dejado en su máxima capacidad a la represa de Los Laureles”.

    Algo semejante a un mayor nivel escenificó la represa El Cajón en la que autorizaron descargas controladas. Ya es hora de aprovechar el agua. A lo largo de los años se espera la temporada con mayores riesgos de desastres, pues el azolvamiento de los ríos es cada vez mayor y poco o nada se hace para retirar la tierra u otros materiales que se depositan en su fondo que va en subida y la respuesta, inútil, es acumular tierra en las riberas que es perforada o arrastrada con la llegada de las lluvias.

    Hay estudios, sobran ingenieros, expertos en hidrografía, en las planillas de la administración pública y de instituciones multilaterales conocemos ofrecimientos de recursos financieros para construir las “eternas” represas y así regular las crecidas sobre las tierras más fértiles del país, pero también el más sacrificado por ceguera o intereses ajenos a la población que vive en el valle y al capital en él invertido.

    Prevenir debiera ser la tarea inmediata, prioritaria del gobierno, pues salir con el lodo a la cintura a cada rato no es vida digna y sí fiel reflejo de la irresponsabilidad de quienes recibieron el poder del pueblo que es víctima, cada vez más frecuente, de los embates de la naturaleza. No hablen más y construyan las represas en el Ulúa y el Chamelecón.