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El agua y el hombre

  • 12 febrero 2020 /

El uso que se haga del agua, aunque se tenga en abundancia, tendría que ser más responsable, más racional, más inteligente.

    San Pedro Sula, Honduras

    La grave escasez de agua que enfrentan los capitalinos debe servir de lección para todos los hondureños. De aquí a mayo, cuando, en principio, debería llover de nuevo, el uso que se haga de ella, aunque se tenga en abundancia, tendría que ser más responsable, más racional, más inteligente.

    Resulta una perogrullada recordar que sin agua la vida sobre este planeta resulta inviable. Sin agua se van al traste los hábitos de higiene y, con ellos, la convivencia civilizada, pero, además, se acaba la agricultura y la ganadería y, sin producción de alimentos, estamos servidos. Uno de los comentarios más preocupantes y patéticos que se han escuchando últimamente en Tegucigalpa es que, aunque se tenga dinero, si no hay quien venda el líquido vital, aquel para nada sirve.

    Desde hace décadas se hizo común una sentencia que afirma que el ser humano va a comprender la importancia de los árboles, y del ecosistema en general, cuando se dé cuenta de que el dinero no se come y, ahora, con la crisis del agua, también se puede afirmar categóricamente que tampoco se bebe.

    Además, la escasez de agua en los últimos años no solo ha afectado a Tegucigalpa; la misma Ceiba, rodeada de mar y selva ha padecido sequías, hace apenas unas décadas inimaginables. El cauce del río Perla ha sido, desde hace meses, un elocuente testimonio de que la falta de conciencia sobre el cuidado de las fuentes de agua puede convertir el trópico en un desierto.

    De ahí que es urgente que no solo los capitalinos se replanteen una relación con el agua, una más consciente, más respetuosa, más responsable.

    Benedicto XVI, el papa emérito, señaló en 2010, en un documento dado a conocer en el marco de la Jornada Mundial de la Paz, celebrada el primero de enero de cada año, que, en relación con el cuidado de la naturaleza, urgía una solidaridad intergeneracional, una solidaridad de las actuales generaciones con las venideras.

    Porque solo así podemos asegurar la supervivencia de hijos y de nietos.

    Hoy, cuando el calor se aproxima y tendremos más necesidad que nunca del agua, ojalá aprendamos su valor y actuemos en consecuencia.