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En deuda con los electores

  • 09 febrero 2022 /

    Los últimos sucesos de la vida política nacional, en relación con la elección de la directiva del Poder Legislativo, nos ha mostrado con claridad que nuestra clase política tiene una considerable deuda con los electores. Una deuda, sobre todo de ejemplaridad, de trasparencia en su actuar, de desprendimiento de los intereses personales y de grupo.

    El pasado noviembre, los votantes hondureños dieron lecciones de civismo, de conducta a imitar, a la altura de cualquier democracia que se precie de serlo, en cualquier parte del mundo. Observadores nacionales e internacionales pudieron ver las largas filas de ciudadanos, de todas las edades y de todas las extracciones sociales y niveles culturales, que, pacientemente, esperaron, a veces durante horas y bajo un sol inclemente para hacer uso de su voluntad por medio del voto. La autoridad competente evidenció luego cómo la mayoría de la población apostó por el cambio, por la renovación, por un golpe de timón en la conducción del país. De hecho, más que por los partidos que se aliaron para obtener el poder, la gente votó por avanzar en la construcción de una sociedad más democrática.

    De ahí que haya resultado bastante frustrante que, luego de tan contundente ejercicio electoral, los representantes del pueblo, los miembros del primer poder del Estado, se hayan enzarzado en un peligroso juego que nos hizo ver, de nuevo, como ciudadanos del tercer mundo, como guerreros tribales, como niños que se disputan un juguete.

    Ahora que, no de la manera más adecuada, se ha llegado a un acuerdo, los diputados tienen la obligación de comportarse de manera tal que los lleve a recuperar la seriedad que debe configurar sus actuaciones y demostrarle a la gente que son dignos de confianza, que los votos depositados en las urnas para los seis partidos con representación en el Congreso de la república eran bien merecidos, habían valido la pena.

    Cada uno de los miembros de la augusta cámara legislativa tiene un poder delegado, no pueden ejercerlo a su antojo sino en nombre y por sus representados. Además, y estas elecciones lo demostraron diáfanamente, la población se ha vuelto mucho más crítica y flexible a la hora de depositar su voto. Por eso quedaron por fuera candidatos que habrían jurado que resultarían electos, mientras otros no salían de su sorpresa al haber salido favorecidos por el voto popular. Así que, luego de tan penoso zipi-zape, a trabajar con responsabilidad, a legislar en favor de aquellos que les confirieron el honor de ser llamados “padres de la patria”.