27/04/2024
11:04 PM

Deserción escolar

    El año escolar enfila las últimas semanas con numerosas dudas y profundas exigencias para lograr plena identificación con la realidad y no quede en retórica, pues el campo educativo es propicio para ello, ya que sus frutos son a largo plazo, no campo abonado para cuatro años como alarde de éxito en la tarea proselitista cuando se crean espejismos para esconder vacíos no enfrentados por los gobiernos. La presidenta Xiomara Castro en la Cumbre por la Coalición de la Alimentación Escolar presentó un teórico y académico programa ejemplar con la participación de familias, maestros, municipalidades, mancomunidades y la vinculación de las compras locales para integrar plenamente a la agricultura familiar campesina.

    Contrasta esta presentación internacional con la gran llaga en el sistema público de educación, la deserción escolar que, aunque ha descendido, es todavía escandalosa sin que haya una acción inmediata directa para abordar con eficacia este grave problema. Son miles los niños y jóvenes que abandonan las aulas y no terminan el ciclo anual, marcando así su futuro. La alimentación es más que un aliciente, es una necesidad diaria en miles de escolares que apenas logran en sus casas lo necesario para subsistir, nada más por lo que, como dice el coro popular, no hay espacios para las letras pues los ocupa el hambre. El desafío es inmenso y por ello es impostergable la oportunidad, aunque son muchos otros obstáculos para lograr disminuir o, mejor, eliminar la deserción escolar. Las causas de este problema son numerosas, algunas de siglos, pero la pobreza, la tentación de la migración, como necesidad para lograr una vida mejor, las dificultades para ingresar en el mundo laboral y el gravísimo riesgo de la delincuencia organizada en barrios y colonias contribuyen al abandono de las aulas a lo que hemos de sumar deterioradas instalaciones escolares, escasez de maestros, mobiliario y materiales. No hay recursos para lo que no se quiere porque educación, salud y empleo deben ser los puntales en el sostenimiento de la estabilidad social sumamente compleja en nuestro país, puesto que todo gira en torno a la política sectaria y a la ubicación más favorable para lo que viene, aunque sea una enésima repetición de promesas infinitamente alejadas de la cotidiana realidad cada vez con más escaso sustento para la gran mayoría.

    La educación es el inicio del cambio, pero no entra en la agenda de los gobiernos escasamente preocupados por la justicia social con firme base en la formación de niños y jóvenes que debieran hallar el rostro del futuro atrayente en un presente prometedor respaldado por un pasado efectivo y afectivo. Puede sonar poético, pero necesitamos una agenda nacional, no partidista, de prioridades fundamentales, seleccionadas para no seguir en lo mismo, porque “el que mucho abarca, poco aprieta”.