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El problema más grande de Honduras

  • 26 septiembre 2020 /

La psicología señala que hay percepciones sinceras y percepciones verdaderas.

    La psicología señala que hay percepciones sinceras y percepciones verdaderas. Es decir que, a veces, las personas perciben algo que no corresponde exactamente con la realidad como sucede con los espejismos cuando los sentidos nos juegan una mala pasada, nos engañan; y existen también las verdaderas cuando la percepción y la realidad coinciden. En este último caso no hay engaño, por dura que sea la realidad resulta incontrastable.


    La última encuesta de la compañía CID Gallup, sobre la percepción que los hondureños tenemos de nuestra realidad, arroja que el principal problema que nos agobia es el de la corrupción. Y se entiende como corrupción: el mal manejo del dinero del pueblo, el tráfico de influencias, el abuso de poder y todos los vicios concomitantes. La pregunta que podría surgir: ¿es esta una percepción sincera, pero no verdadera, o es una percepción que coincide con la realidad y, por lo tanto, es verdadera?


    Lo cierto es que solo los cándidos de profesión, o los interesados en que la corrupción como modus vivendi de la clase política, pueden inclinarse por creer que se trata de una percepción sincera, pero no verdadera. Hemos visto, durante décadas, cómo el ejercicio del poder ha hecho perder el norte a tantísima gente y que, a costa del erario público, se han amasado fortunas de fábula y se ha adquirido lujos capaces de sonrojar al más deshonesto. Muchas, muchísimas escuelas, muchos centros de salud, se hubieran construido y equipado si no hubieran terminado en el bolsillo de alguien; muchos caminos y carreteras se hubieran trazado y abierto si el dinero de los impuestos, préstamos y donaciones de países amigos hubieran sido utilizados honradamente.


    Vox populi, vox Dei, reza el adagio latino; la voz del pueblo es la voz de Dios. Y en este caso parece que no hay equivocación. Lo que la mayoría de la gente cree, lo que el pueblo piensa, no es un espejismo, es una realidad más contundente que un puño cerrado. Y mientras eso no cambie, mientras aquellos que se convierten en funcionarios para dedicarse a hacer negocios turbios y a robar, no cambien, la percepción tampoco va a cambiar porque será reflejo exacto de la realidad.


    Por eso es que los hondureños, en esta nueva etapa eleccionaria, debemos pensar con detenimiento y optar por una nueva generación de políticos. Seguir votando a lo mismo, ya lo mismo es lo que nos tiene como estamos.