En algunos países, Italia, España, la población confinada han expresado públicamente desde los balcones de sus viviendas su gratitud al personal de hospitales con aplausos, cantos y expresiones de cariño, pues para muchos de ellos el horario laboral no tiene horas, incluso, el abrazo y el saludo a su familia es a través de espacio digital y todo ello para salvar vida y proteger la aquellos más cercanos.
En nuestro país también han brotado expresiones colectivas de gratitud, pues las condiciones de trabajo son propias de titanes, de héroes que, minuto a minuto, sienten las inmensas limitaciones ante las que la reacción es “sí se puede”, lo cual requiere el acompañamiento efectivo de la sociedad con recursos para proteger sus vidas y la de los pacientes.
La primera y más directa atención debe ser para el personal sanitario. Ellos son la primera línea en lucha contra la enfermedad que ganando terreno en una proporción, como dicen los profesionales del álgebra, inversa, pues aumentan los enfermos y disminuye la capacidad de atención, pues la demanda rebasa cada vez más los recursos.
En algunos países se ha planteado el reconocimiento de la cuota por el riesgo de peligrosidad.
En Honduras, por lo menos, habrá que considerar esta contingencia como posibilidad de enfermedad profesional, no accidental pues el origen se halla en el cuidado de quien llega con síntomas leves, pero también de quien necesita cuidados intensivos por la gravedad, unos y otros son riesgos de contagio aun con las medidas de prevención, nada digamos en nuestros hospitales y centros habilitados recibir a los contagiados.
Para todos aquellos que, horas y horas, se confinan en los hospitales para atender a los pacientes del Covid-19, a las fuerzas de seguridad también en riesgo en las calles, a los comunicadores que muestran el rostro herido y no querido de nuestro país. Para todos ellos nuestra admiración y solidaridad que sintetizamos en un grito sincero, ¡GRACIAS!