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Por su nombre...

  • 16 abril 2019 /

El obispo de la diócesis de San Pedro Sula llamó a los feligreses a vivir las conmemoraciones religiosas, pero también puso de relieve la importancia en la planificación y ocupación de estos días.

    En su mensaje tradicional de Semana Santa, el obispo de la diócesis de San Pedro Sula llamó a los feligreses a vivir las conmemoraciones religiosas, pero también puso de relieve la importancia en la planificación y ocupación de estos días en que el cese de las obligaciones laborales abre espacio a oportunidades del aprovechamiento de los días en actividades familiares, en la participación de la liturgia y en el encuentro con uno mismo en lo que el trabajo diario impide o retrasa su ejecución.

    Hizo hincapié el prelado, con acierto y tacto, en el uso inadecuado y hasta contradictorio de palabras a las que se ha vaciado del original y verdadero contenido, pues el uso de la expresión de días santos cuando las jornadas se centran y reducen a descanso y diversión veraniega o, lo más grave, apunta, al desorden moral es un engaño de la sociedad consumista y alejada de los principios cristianos o un intento de autoengaño de quienes se alejan esos días de las prácticas religiosas llevados por compromisos sociales en lugares a los que se acude anualmente.

    Sin embargo, el núcleo del mensaje, tras los señalamientos necesarios también para despertar conciencia, se desarrolló en torno a la persona de ayer, hoy y siempre por la que somos llamados, “perfectos como mi Padre...” , a vivir en la fe con obras para dar vida a las creencias y hacer presente la comunión efectiva en la sociedad.

    Solo lo que se ama puede ser salvado. Solamente lo que se abraza puede ser transformado. El amor del Señor es más grande que todas nuestras contradicciones, que todas nuestras fragilidades y que todas nuestras pequeñeces”.

    Con ese arraigo teológico, cultural y tradicional, el prelado, pese a los múltiples problemas agrandados por intereses ajenos a la mayoría y al mismo sentir de estos días, animó a participar en “las celebraciones litúrgicas, el viacrucis, las procesiones, dramatizaciones, alfombras, pues todo ello tiene una clara y única finalidad: la persona de Jesucristo”.

    Con esta visión, la Semana Santa, verdaderamente santa, tendrá su máxima expresión en la proclamación “ha resucitado”, pues los relatos de los hechos en aquel primer día de la semana tras el descanso, así como las expresiones de Pablo en su primera carta a los Corintos, “pero lo cierto es que Cristo ha resucitado”, sintetizan el mensaje cristiano: Vida en la celebración del sábado se expresa en la bendición del agua y del fuego.