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El café

  • 21 enero 2019 /

La primera voz de alerta ha surgido en municipios de Santa Bárbara.

    San Pedro Sula, Honduras

    Aunque para muchos sea de extremo a extremo hay un punto de encuentro, la oportunidad de trabajo, el empleo tan necesario en nuestro país para abrir puertas, trazar rutas reales que conduzcan al mejoramiento de la calidad de vida y a la convivencia civilizada en paz, justicia y prosperidad. La odisea, casi tragedia, personal para hallar trabajo en los centros industriales halla el contrapeso, no suficiente, en la microempresa cuyo notable crecimiento es efecto directo de la exención de pagar impuestos durante cinco años.

    La otra cara del mercado laboral, menos optimista y en dificultades, se presenta en el agro, nada extraño puesto que los pequeños centros de cultivo en el campo se mantienen como la cenicienta, pese a su gran aporte a la economía nacional y a la generación de trabajo temporal, en un largo ciclo bien identificado durante el año. Nos referimos a la cosecha del café, cuyos altibajos tienen causas externas e internas, pero los efectos van directamente a miles de hogares con un patrimonio familiar cifrado en el grano.

    La primera voz de alerta ha surgido en municipios de Santa Bárbara donde faltan cortadores del grano que en años anteriores, por estas fechas, estaban plenamente integrados a las labores de cosecha que tantos obstáculos enfrenta, pues también las dificultades para llegar a las fincas, sacar la cosecha, obtener un precio que siquiera deje beneficios a la inversión en las fincas y a los costos fijos para una producción de calidad como se va logrando en algunas de las fincas con gran renombre en el mercado internacional.

    Ni quien cosecha ni quien bebe en taza el aromático marcan dirección en las cotizaciones, pues a la depresión en el precio del grano no correponde una caída en el consumo con beneficio para la demanda que llegaría a la oferta; es decir, a los pequeños productores. En la cadena que va del campo a la taza en la cafetería, el medio, con menos riesgo e inversión, señala el precio que llega a los caficultores y a los cortadores, a los que se les ofrece este año 30 lempiras cuando la temporada pasada eran 40 los que recibían por medida recolectada, lo que empuja a los cortadores a Ocotepeque, donde se les paga mejor.

    Si a ello sumamos la migración interna y las salidas hacia el norte, tendremos ya una explicación que se completa con deficientes y escasas políticas propias del sector cafetalero que añora los buenos tiempos en que de los cafetos “caían” los dólares. La mirada oportuna hacia el sector y decisiones con visión deben ayudar a este rubro decisivo en la economía nacional e importantísimo para la cohesión social, la paz y la convivencia de todos los hondureños.