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Sueño americano

  • 16 enero 2019 /

    San Pedro Sula, Honduras

    La reciente partida de una nueva caravana de hondureños que busca llegar hasta los Estados Unidos para solicitar asilo trae de nuevo a la imaginación el mito del “sueño americano”. América, el otro lado del Atlántico, fue, desde el siglo XVI, una especie de tierra de promisión. Lo que muchos europeos buscaron en estas latitudes fueron, básicamente, dos cosas: oportunidad para sembrar la tierra o hacer negocios y libertad, sobre todo legal y religiosa. Esto último movió, sobre todo, a ciudadanos ingleses a trasladarse al continente recién encontrado, en el que podrían establecer sus propias leyes y rendir culto a la divinidad sin tener que rendir cuentas a nadie.

    Luego, a lo largo de los cuatro siglos siguientes continuaron llegando polacos, alemanes, rusos, judíos de diversa procedencia, italianos, holandeses, etc., hasta crear una nación que, hasta ahora, se ha caracterizado por ser una amalgama de razas y culturas. Con la siembra del algodón llegaron al sur los esclavos africanos. En los territorios que antes formaban parte de México o colonizados por españoles, Tejas o California, la presencia indígena le dio siempre un matiz particular al país. Ya en el siglo XX, la explotación agrícola en los estados del oeste: siempre California, además de Oregon y el Estado de Washington, ha exigido mano de obra mexicana, por lo que la presencia de trabajadores originarios de más al sur ha sido y sigue siendo notable y necesaria.

    Las I y II Guerras Mundiales causaron una nueva oleada de inmigrantes europeos, a los que no se puso mayor obstáculo para que se integraran a la Unión Americana. La gente llegaba buscando seguridad, paz y la posibilidad de ver crecer a sus hijos sin mayores sobresaltos. La migración desde Centro y Suramérica se da más a partir de los años setenta. Era una decisión totalmente voluntaria de mudarse a un país más desarrollado en el que se podía tener calidad de vida.

    Lo que ha pasado recientemente, primero en octubre de 2018, luego en enero de 2019, no deja de tener relación con estas migraciones. Sin embargo, hay que considerar que, además de las motivaciones legítimas para emigrar, ha habido una labor de promoción de parte de grupos interesados, tanto en desacreditar la gestión gubernamental como en traer agua a su molino, y que actúan sin que les importe el bienestar de los migrantes ni los riesgos que seguramente correrán. Estamos ante un fenómeno social nuevo del que habrá que tomar alguna distancia temporal para analizarlo y comprenderlo. Lo que desde ya está claro es que la candidez de nuestra gente ha quedado demostrada y que engañarla es más fácil de lo que se pensaba.