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No todo es dinero

  • 23 agosto 2018 /

Las relaciones diplomáticas entre dos naciones son el reconocimiento de la dignidad de los Estados.

    San Pedro Sula, Honduras

    La reciente ruptura de relaciones diplomáticas de El Salvador con la República de China (Taiwán) debe convertirse en un llamado a la reflexión para el Gobierno de Honduras, que tanto en el pasado, durante el gobierno de Porfirio Lobo, como en algún momento del presente período ha tenido la tentación de traicionar una amistad de décadas para correr tras los cantos de sirena de China continental.

    Los hechos han mostrado que la razón que llevó a Costa Rica, a Panamá, a la Dominicana y ahora a El Salvador a darle la espalda a Taiwán es estrictamente económica. El poderoso gigante asiático ha sacado su billetera y ofrecido dinero a Gobiernos en apuros o con deseos de sacar provecho a una relación dispar de la que se espera un beneficio estrictamente material. Hay quien diga que esa es una postura pragmática, aunque olvida que en las relaciones internacionales no todo es dinero; de ser así, nadie reconocería el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino ni estaría interesado en mantener lazos con nuestro propio país, que, con frecuencia, más bien solicita ayuda de todo el que puede.

    Las relaciones diplomáticas entre dos naciones son el reconocimiento de la dignidad de los Estados y el derecho a ser respetado por el otro. Es poco elegante, e incluso indigno, que la amistad entre las personas y entre los países esté determinada por el puro interés.

    Taiwán, aunque no tiene el poderío económico ni la capacidad de salir a comprar conciencias, es un país que, en medio de las amenazas y cierto aislamiento diplomático, ha sido extremadamente generoso con sus aliados diplomáticos y les ha brindado más ayuda que otras naciones con mayores posibilidades económicas, manifestando así un auténtico sentido de solidaridad y un verdadero deseo de desarrollo común y compartido. La cooperación taiwanesa en el área de educación (hay cientos de hondureños becados estudiando en la isla) solo puede compararse con la brindada, en ese campo, por los Estados Unidos y, tal vez, España.

    Por otro lado, es una ofensa a la soberanía de cualquier país que venga otro Estado a ponerle condiciones para relacionarse con él. Y algo así es lo que hace China con aquellos que buscan un beneficio de ella: aunque luego las promesas no sean idénticas a las realidades, les obliga a romper con Taiwán y los somete a su voluntad. Para hacer eso se necesita tener poca autoestima y un sentido de dignidad muy menguado.

    Quiera Dios que nuestros gobernantes, y los que vengan más adelante, valoren en toda su dimensión el valor de una relación con un país que ha demostrado con hechos su amistad y solidaridad para con Honduras.