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Días difíciles

  • 22 julio 2018 /

Hay que reconocer que el transporte de pasajeros es uno de los sectores en la mira de la delincuencia.

    San Pedro Sula, Honduras

    Indignación, cansancio y repudio generalizado de la población a la paralización del transporte urbano y obstrucción del tráfico de vehículos fue el ambiente del jueves y el viernes de la semana pasada y las previsiones para hoy por el fracaso de las negociaciones que alentaron una esperanza muy débil para recuperar el orden, la normalidad en la actividad laboral, la labor educativa, en todos los niveles, y la garantía de desplazamientos de la población en condiciones seguras. Los daños los sigue pagando con creces la ciudadanía, tanto quienes utilizan las unidades urbanas como los conductores de autos particulares atrapados en los embotellamientos.

    Al redactar el editorial prevalecía una tregua anunciada para el fin de semana, pero la amenaza en la obstrucción de la circulación en todo el país se concretaría en las primeras horas de este día que, tuvo como antecedente o aviso inmediato el desplazamiento de las unidades del transporte urbano en las calles de la capital. Los mismos dos escenarios abrirán los telones hoy: el de la población caminando y el de los negociadores en diálogo de sordos en el que quedan atrapados los mismos de siempre, porque los golpes, cualquiera que sea su modalidad, llegan abajo, a arriba no alcanzan.

    Hay que reconocer, sin embargo, que el transporte de pasajeros, tanto urbano como interurbano, es uno de los sectores en la mira de la delincuencia organizada que halla en particulares o cooperativas sustanciales ingresos con riesgo no solo para el personal del transporte, sino para los mismos pasajeros, víctimas de asaltos. Este debiera ser tema prioritario, así como el mantenimiento de las unidades, el cumplimiento de las rutas y la observancia de las más elementales normas de tráfico para no poner en peligro la vida o la integridad física de los pasajeros, demandas por décadas que quedan en promesas.

    Difíciles horas para llegar al trabajo, pero más inquietantes y agobiantes para regresar a la casa cuando va cayendo la noche y no hay medio de locomoción. Aparecen conductores solidarios que, por lo menos, dejan a las personas encaminadas o cerca ya de la colonia o barrio, paliativo que honra a quienes contribuyen a crear soluciones, no problemas, y muestra el rostro favorable de una sociedad sacudida no solo por intereses particulares, sino, sobre todo, por la escasa capacidad de diálogo en conflictos laborales y políticos al atrincherarse en radicalismo que aprovechan los profesionales en aguas revueltas.

    Deseábamos haber iniciado la semana con normalidad para que las tareas productivas, la atención en oficinas y en los sectores salud y educación se desarrollaran con plena efectividad como resultado de un diálogo en las negociaciones que consagre, una vez más, la sabiduría popular: “Hablando se entiende la gente”.