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Mañas tiene el hambre

  • 10 diciembre 2016 /

La historia de la familia de los payasitos no es más que una consecuencia de la situación socioeconómica que padece Honduras.

    A unos les causaba ternura, a otros tristeza, a otros molestia. El espectáculo de ver a una familia entera, niños pequeños incluidos, disfrazados de payasos, llamaba la atención de todos. Pero, luego de meses de apostarse en los semáforos de San Pedro Sula y de mendigar en algunas rutas del transporte urbano de esta misma ciudad, el padre y la madre de tan peculiar equipo han sido detenidos, enviados a los juzgados y separados de sus hijos.

    Las reacciones, a favor y en contra de los padres, no se han hecho esperar. Por un lado, muchos señalan que esta familia se estaba ganando honradamente la vida, que no causaban mal a nadie y que era preferible que se dedicaran a la actividad que estaban realizando a que se unieran a grupos delincuenciales o se dedicaran a robar. Y es cierto. A pocos les gusta ver jóvenes escupiendo fuego o haciendo malabarismos con machetes; pero, en el fondo, los prefieren ahí que formando parte de una pandilla o asaltando a mano armada.

    En el caso de la familia que se ha dedicado a mendigar disfrazada de payaso hay otros problemas que han llevado a la autoridad a tomar las medidas que han tomado: la seguridad de los menores, los obstáculos que su ocupación ponían a su proceso de escolarización, la posible explotación a la que podrían estar siendo sometidos por parte de sus padres, etc. Hay tantas variables en este asunto que habría que estar en el pellejo de esta pareja y de sus hijos para opinar con justicia. Como suele suceder, es muy fácil emitir un juicio a priori e incluso condenar a alguien sin conocer las motivaciones, las necesidades, las interioridades de las personas y de las familias.

    Al final, la historia de la familia de los payasitos no es más que una consecuencia de la situación socioeconómica que padece Honduras. Los niveles de desempleo y subempleo obligan a muchos a buscar maneras insólitas de ganarse la vida.

    Mañas tiene el hambre. Es interesante ver cómo en los países desarrollados hay gente que se dedica a hacer de estatua viviente, a disfrazarse de personaje histórico y cobrar por el derecho de fotografiarse con ella, a andar calle arriba y calle abajo haciendo de hombre orquesta. La diferencia es que en esos países no se hace por padecer extrema pobreza o porque no hay alternativas de subsistencia, sino por gusto personal. Se excluyen los inmigrantes, pues ellos merecen editorial aparte. En Honduras la situación es distinta. Es claro que para evitar estas situaciones familiares habría que contar con trabajo digno para todos, o por lo menos para la mayoría; y de eso estamos lejos todavía.