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Los mayores

  • 05 diciembre 2016 /

Tendremos que recordar al divino Rubén Darío en su poema Canción de otoño en primavera.

    Tendremos que recordar al divino Rubén Darío en su poema Canción de otoño en primavera, que a juzgar por la experiencia local, los estudios en el exterior y los informes sobre el estado de la población en Honduras, de otoño ido, todo es un duro invierno para más de medio millón de ancianos, cuya supervivencia está marcada, día tras día, por el inmenso vacío de un casi nada a la espera del final.

    Puede parecer exagerado, pero de los cuatro elementos estudiados que influyen en el nivel de calidad de vida en las personas de la tercera edad, seguridad de ingresos, salud, capacidad y ambientes propicios, la mayoría de los hondureños, cuya vida productiva debiera concluir con ciertas garantías y oportunidades, se halla al margen de los más elementales derechos que sostienen una existencia digna.

    Según un estudio de la Cepal, solo el 7% de las personas mayores de 60 años recibe alguna jubilación, incluidos los jubilados del Seguro Social, que no llega ni al salario mínimo. Help Age International, una organización no gubernamental internacional, califica a nuestro país como el peor lugar para envejecer por el desamparo en que se hallan las personas de más de 60 años.

    ¡Cómo cambian los tiempos!, es la expresión común al mirar hacia atrás y compararlos con nuestros días. Pero no son los tiempos los que cambian, sino las personas que se van acomodando, muchas veces a costa de principios, tradiciones y cultura, a una sociedad cada vez más devoradora y exigente. No era así, claro que no, por ello la supervivencia de miles y miles de personas es una herida abierta en nuestra sociedad.

    Panamá, seguido de Chile, Uruguay y Costa Rica, son los mejores calificados en Latinoamérica. Próximo a Honduras se hallan ubicados Venezuela, Paraguay y República Dominicana. Las comparaciones son odiosas, y las estadísticas y porcentajes, deshumanizantes, si se quedan en información y no dan el paso a las iniciativas y la acción. Echar un vistazo a las atenciones en salud con un sistema público “postrado en los pasillos” horroriza, particularmente a quienes por la edad sienten el desgaste en el organismo y los achaques frecuentes. Y si de ambientes favorables hablamos no pasamos, en el mejor de los casos, de la banca del parque o de alguna celebración anual en instituciones organizadas. El día a día, tedio... Recordando al poeta con la juventud que quedó atrás, no hace muchos para unos, para otros lejana ya, habrá que comprender aquel “lloro sin querer”, porque la lucha por la supervivencia seca el dolor y las lágrimas, y cuando se quiere llorar, no se llora, se escapa el sentimiento en la nostalgia del divino tesoro de la juventud.