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12:56 AM

Solos y enfermos

  • 12 septiembre 2023 /

Nacidos para vivir en sociedad, para permanecer en constante comunicación, para compartir ideas y afectos, las mujeres y los hombres de hoy, padecemos una situación que cada vez nos orilla más hacia la soledad y hacia la enfermedad.

Me explico. Antes del advenimiento de las pantallas portátiles, de los móviles, las salas de espera de las clínicas y hospitales, o las de los aeropuertos; así como las filas de los bancos o las que se hacen cuando se espera el transporte público, o tantas otras situaciones en las que nos tocaba convivir en un mismo espacio con otras personas; la coincidencia, aunque breve, en un ascensor, por ejemplo, se convertían en oportunidades para conocer gente, para presentarnos, para tender lazos, para reconocernos como miembros de la misma comunidad humana. A veces, los minutos u horas de espera en cualquier sitio de coincidencia se tornaba en la oportunidad de hacer verdaderas amistades, y servían para intercambiar no solo impresiones, sino experiencias, opiniones o preocupaciones comunes.

Ahora, en cualquiera de los lugares o de las coyunturas mencionadas, lo que nos encontramos son individuos aislados que, deliberadamente, ignoran a la persona que tiene enfrente o a la par, y que más bien manifiestan evidente molestia si alguien osa interrumpir la redacción de textos o la película o la serie que ve en su pantalla. Cierto que antes no nos terminaba de gustar que nos obligaran a dejar la lectura de un buen libro para meternos plática, pero, al final, marcábamos la página, lo cerrábamos y terminábamos sumergidos en alguna conversación amena y sabrosa. A veces, aunque fuera por educación, prestábamos atención al interlocutor y luego descubríamos que todos tenemos algo que decirnos y que es propio del género humano, comunicarse, mirarse a los ojos, intercambiar gestos y palabras. Los tímidos, los que tenían miedo a la gente, vencían su dificultad relacional y terminaban por vencer su discapacidad, aunque fuera un poco a la fuerza.

Mucho se ha dicho y escrito sobre el daño que este creciente aislamiento que producen las pantallas privadas, individuales, ha provocado en la convivencia humana, pero aún falta estudiar más a o fondo la soledad en la que están sumiendo al ser humano y que termina por enfermarlo.

Todos necesitamos hablar, contar lo que nos pasa, sacar lo que llevamos dentro. Pero una publicación en una red social no es verdadera interacción humana, ni mucho menos. Aunque se tengan millones de seguidores, el anonimato permanece. Un “like” no sustituye a una sonrisa, ni un pulgar levantado a un abrazo. El calor que trasmite un cuerpo humano jamás será sustituido por miles de “views” ni por cientos de visitas a un sitio web...