Es alarmante, vergonzoso y repugnante que algunos sectores estatales y privados se alegren y analicen como algo positivo los aumentos continuos cada año de las remesas familiares que mandan los que se fueron en busca del sueño americano, huyendo de la pesadilla hondureña.
Para este año 2023 se espera que los 8,686.2 millones de dólares recibidos durante el año pasado 2022 en concepto de esas divisas sean superados en más del 10%, pues sobrepasarán los 10,000 millones de dólares; es decir, arriba de los 250,000 millones de lempiras.
Estos sectores solamente sienten y piensan en lo material, en cuánto entra de dinero al país, pero no les interesa la parte del capital humano que se fuga y que estas materias humanas se van y nunca volverán.
Y saber que estas familias que están recibiendo esas millonarias remesas, gran parte de ellas, especialmente jóvenes y niños, están preparando “mochilas” para seguir los pasos de estos “mojados”, que se fueron sin volver la vista atrás.
Es penoso y vergonzoso ver esas caravanas de hombres, mujeres y de niños hondureños de cualquier edad, pero todos con los mismos rostros de la miseria y de la angustia, que pareciera que fueran huyendo de una guerra o de una epidemia.
Estas cantidades millonarias de remesas se han convertido en las últimas décadas en la mayor fuente de ingreso de divisas, siendo superior a las exportaciones de café y productos maquileros o del camarón y otras exportaciones de diversos productos.
Décadas anteriores eran exportaciones de variables productos por importaciones de divisas, actualmente es exportar seres humanos, en especial a Estados Unidos de América y otros a España, a cambio de esas remesas familiares a cambio de dólares y euros en un país llamado Honduras.
