29/04/2024
12:34 AM

Reencuentro

  • 19 diciembre 2021 /

Mientras escribo estas líneas viajo en una máquina que vuela a 11,500 metros de altitud y a una velocidad de 855 kms por hora. La temperatura en el exterior es de -54 grados centígrados y en el interior de la misma de 25 grados.

Este es un viaje que empezó hace 118 años, en Kitty Hawk, Carolina del Norte, cuando los hermanos Orville y Wilbur Wright, el 17 de diciembre de 1903 hicieron a volar el primer aparato hecho por manos humanas, el Wright Flyer, en un viaje que duró 12 segundos y recorrió 36 metros. Tan solo han pasado 118 años de ello.

La ciencia y la tecnología están creciendo de forma exponencial, cada vez mejor y más rápido. Tristemente este avance no ha ido de la mano con el progreso de las instituciones humanas. La moralidad que ha dictado la pauta de nuestra conducta va en retroceso. La brecha social cada día es mayor, y las desavenencias de pensamiento más profundas.

Como que tanta innovación está cambiando la forma del ser, creando personas alejadas del diseño original divino.

A pocos días de la Navidad, recuerdo la época de mi niñez en estas fiestas. Era un ambiente mágico donde se podía sentir la paz y la armonía, inspirados en el nacimiento de un niño en tierra lejana hace mucho tiempo y que marcó el mayor acontecimiento de esta civilización.

Era una celebración para niños donde la llegada de San Nicolás, el viejito gordo y barbado que volaba en un trineo tirado por renos llevando regalos a todos los niños del mundo en una noche, inundaba nuestros corazones con misterio, asombro y alegría.

En la actualidad es una celebración lúdica para adultos marcada por el consumismo y la banalidad. La nueva normalidad ha desterrado la bondad en el ser humano. La Navidad en mi niñez representaba la cúspide de una celebración familiar llena de simbolismos, de paz y de amor.

En la actualidad es parranda y materialismo. Y los que han salido perdiendo son los niños, porque les robamos una celebración que exaltaba el vínculo familiar y la espiritualidad.

“El avión se queda arriba porque no tiene tiempo de caer”. Así explicaba Orville Wright el concepto de la velocidad del avión en aquellos tiempos.

Así estamos viviendo los humanos hoy, rápidos en la superficie pero insustanciales en el interior. Nos importa llegar al destino no el viaje. Que el espíritu de la Navidad reencuentre en tu corazón su sentido, y anide allí por siempre. Feliz Navidad.