30/04/2024
08:20 AM

Pararse y repensar para hacer nuevas todas las cosas

Víctor Corcoba Herrero

El progreso consiste en hacer nuevas todas las cosas, por eso, en el acontecer de los días, hay que tener el valor de tomar aliento para poder elegir la orientación debida, así como la valentía necesaria para aprender a reprendernos, desde la auténtica contemplativa de la luz, que es lo que trasciende las palabras mismas y, a la par con ellas, habla el corazón. Volviendo la mirada hacia uno mismo es como realmente nos reencontramos con nuevas energías, al menos para promover el verdadero bien de la sociedad. Desde luego, tenemos que repensar sobre el cambio de itinerario en las actitudes, ante una multitud de situaciones desoladoras. Si pensar florece como la actividad más compleja, reforzar el pensamiento resulta agotador, pero también existimos mientras nos rejuvenecemos. Se trata, por tanto, de cavilar sobre la necesidad que todos tenemos de hacer elecciones en la vida.

El soplo del camino cuaresmal, como tiempo fructífero para interrogarse, va a situarnos en alerta para no dejarnos llevar por la inercia de las costumbres. A mi juicio, creo que no hay mejor despertar que renacerse con la aurora y caminar sabiendo por qué tipo de camino transitamos. Al fin y al cabo, todo requiere cultivo diario para no frustrarse, fracasar o morir en el intento. Por cierto, una parada en el instante preciso puede servirnos para poner en orden la tarea de ser custodios y para ubicar el corazón en los anhelos que nos fraternicen. Justo en un momento en el que la materialidad suele ser superior a la idea, quizá tendremos que aprender a nacer en cada despertar, con la franqueza que esto supone, y así lograr entrar en comunión unos con otros, sin caer en el desánimo. Ninguna experiencia reposa fuera de nuestro alcance, es cuestión de trabajarla, de levantarse y disponernos en acción.

Abrazar el mañana con una sonrisa es el mejor de los bríos para enmendar situaciones de bochorno. En efecto, el mundo continúa lleno de historias, y más en esta época de miradas globales, lo que requiere volver a rehacerse y renacerse con otro afán y desvelo. Sea como fuere, si sabemos atravesar la soledad impuesta, con una buena dosis de apertura y autocrítica, será el mejor modo de salir reforzados anímicamente. La realidad siempre se nos escapa o la dejamos que se nos vaya de nuestro diario, en lugar de generar un contexto cooperante e inclusivo que nos aliente a vivir en vez de envenenarnos. Ahí está el gran negocio del mundo interesado, con su furia de egoísmos y maldades, que pide detenerse por sí mismo, al menos para reflexionar ante el cúmulo de estructuras depredadoras que nos deshumanizan por completo.