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Mi propia historia

  • 15 octubre 2014 /

Desde que tengo memoria, sentía que era una niña.

Desde que tengo memoria, sentía que era una niña. Usaba los zapatos de tacón de mi tía, y jugaba con muñecas y otros juguetes “de niña”. Todas mis amigas eran niñas. Crecí con mi tía y mi tío, no con mis padres, y cuando mi tía me descubría haciendo esas cosas, me decía que me portara como “hombrecito”, y me cacheteaba o me jalaba las orejas.

Mi familia formaba parte de una de las iglesias evangélicas más grandes de Honduras, Vida Abundante, y tanto en casa como en la iglesia, yo tenía que atenerme. Estaba confundida y no le dije a nadie cómo me sentía por dentro, porque sabía que me correrían de la casa o me mandarían a una escuela militar para “hacerme un hombre de verdad.”

Cuando dejé el hogar a los 17 años, tenía tantísimas dudas. Por un tiempo creí que era gay. Entonces, conocí a una mujer transgénero y nos hicimos amigas. Empecé a ponerme un poco de su ropa, y dejé crecer mi cabello. Ese fue el principio de mi transición. Todavía tengo contacto con mi familia, pero muchos de ellos solo creen que soy gay; no entienden que soy una mujer.

En mi propia historia, veo las historias de muchas de mis hermanas trans, y me pregunto, ‘¿Por qué no podemos ser mujeres libremente? ¿Cómo habría sido mi infancia, y el resto de mi vida, si me hubieran dejado usar ropa de niña entonces?’

Para ayudar a nuestra comunidad en Honduras, hace un año este mes, una amiga y yo fundamos la Asociación Cozumel Trans. Hemos recibido apoyo de organizaciones LGBT, el ONUSIDA, Let Girls Lead, y algunas otras organizaciones internacionales. Nuestros aliados más sorprendentes nos llegaron en forma de algunas iglesias evangélicas. Ofician para trabajadores del sexo trans, y les dicen que Dios les ama y acepta. Cuando comencé mi transición a los 17 años, mi pastor me dijo que “una manzana podrida pudre a todas las demás,” y que yo ya no era bienvenida. Tantas de nosotras hemos sido corridas de la iglesia, por eso tener una iglesia que nos acepte es un alivio.

La Asociación Cozumel Trans atiende a una población mayoritariamente de entre quince y veinticinco años de edad. Muchas de ellas son de Tegucigalpa o de poblados cercanos en los que ya hay algunas personas trans. Por otro lado, las niñas trans que crecen en comunidades rurales se encuentran con la ausencia absoluta de apoyo y de modelos a seguir. Crecen confundidas, creyendo que son gay; sin ningún tipo de educación o empoderamiento, no pueden realmente exigir sus derechos como seres humanos.

El reto más grande que tenemos es que no se nos reconozca formalmente nuestro género como mujeres trans. Puesto que no existe una ley de identidad de género, se nos niega el acceso a la educación, al trabajo, y a la seguridad personal. Una de las socias de nuestra organización es enfermera; para terminar sus estudios y encontrar empleo tuvo que cortarse el cabello, ocultar sus pechos, y fingir ser varón. Debido a este tipo de discriminación, la mayoría de las mujeres abiertamente trans en Honduras son trabajadoras del sexo, y corren serios riesgos como violencia física y también exposición al VIH y otras ITS.

Por estas razones estamos luchando por una ley de identidad de género que permita a las personas a vivir abiertamente y que proteja el acceso de todas las personas a la educación y al trabajo digno. Aunque tal vez yo no llegue a ver los frutos de este proceso, sueño con el día en que podamos ser libres, en que las mujeres trans podamos participar en todos los sectores de la sociedad sin discriminación. La falta de una ley de esta índole afecta muchos aspectos de nuestras vidas. Por ejemplo, cuando buscábamos por primera vez una oficina para la organización, llamamos a un agente de bienes raíces que nos ofreció un lugar perfecto. Cuando fuimos a pagar el depósito y se dio cuenta de que éramos trans, nos dijo que el lugar ya se había rentado. Quiero que llegue el día en que alguien como él nos reciba diciéndonos “pasen adelante,” en vez de mentir y rechazarnos.

Desde que era una niñita, he querido ser Presidente de Honduras. Estoy planeando postularme para el Congreso, con una plataforma de apoyo a mujeres trans y a otros niños y niñas abandonados que viven en las calles de Tegucigalpa. Quiero ser parte del gobierno para ayudar a que la sociedad avance — no solo las mujeres trans, sino todos nosotros, juntos.

Rihanna Ferrera.
Coordinadora Nacional, Asociación Cozumel Trans, Becaria LetGirls Lead 2013