27/04/2024
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Mes de las vocaciones

  • 12 julio 2023 /

La iglesia hondureña dedica el mes de julio a promover y rezar por el aumento de las vocaciones, se trata de un tiempo de gracia en el que, como pueblo de Dios, recordamos de manera especial las palabras de nuestro Señor Jesucristo: “La mies es mucha, pero los obreros pocos; rogad, por tanto, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”.

(Lc 10,2) El padre José Luis Ferré, Operario Diocesano, afirma que, la vocación es un acontecimiento misterioso en el cual el hombre, dialogando con Dios, adquiere conciencia de una misión situada históricamente y se compromete en una respuesta concreta.

La vocación no es algo meta histórico, por el contrario, es algo que ocurre en la propia historia, pero que al mismo tiempo la cuestiona, y le brinda un nuevo matiz de lectura. Se trata de una realidad profundamente relacionada con el exterior, con nuestras circunstancias y con todo lo que sucede en el entorno, por ello es preciso descubrirla, determinarla y disponerse para entrar en diálogo con ella. Dialogar con la historia y sus necesidades, dialogar con uno mismo, es, en realidad, dialogar con Dios que llama.

Aún más, las situaciones, los acontecimientos, las necesidades, las inclinaciones y las aptitudes son signos o mediaciones por las cuales Dios nos manifiesta lo que quiere de nosotros.

El mes de las vocaciones es una ocasión privilegiada para despertar esta conciencia vocacional en muchos jóvenes de las distintas parroquias, que aun sin saberlo pueden estar siendo llamados, más allá de la vocación universal a la santidad, a una vocación de especial consagración, como la vida sacerdotal o religiosa.

No es necesario que las personas tengan conciencia de ella desde siempre, de aquí la urgente necesidad de despertarla y animarla. Este es el sentido último de la pastoral vocacional, por ello el documento de Aparecida nos dice que, “La pastoral vocacional, que es responsabilidad de todo el pueblo de Dios, comienza en la familia y continúa en la comunidad cristiana, debe dirigirse a los niños y especialmente a los jóvenes para ayudarlos a descubrir el sentido de la vida y el proyecto que Dios tenga para cada uno, acompañándolos en su proceso de discernimiento”.

(DA 314) Y es que discernir es parte nuclear de todo proceso vocacional, pues en la vocación no se puede pretender una seguridad absoluta. La llamada comporta siempre un componente de aventura, de riesgo. Siempre será como lanzarse al agua sin estar seguro de su profundidad, no ofrece muchas garantías (Cfr. Mt 8,20).

Para quien adquiere conciencia de este llamado, el maestro y los signos de su presencia serán siempre su seguridad y su referencia, como dice el apóstol: “Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”. (Filp 3,8). Recemos por las vocaciones.