28/04/2024
10:21 PM

Lo que dejamos de hacer...

Roger Martínez

Ahora que nos quedan escasos 4 días para que concluya este 2023, y para realizar inteligentemente el tradicional ejercicio de definir propósitos para el año que comenzará pronto, puede ayudarnos elaborar un elenco de todas aquellas cosas buenas que dejamos de hacer y que deberíamos recoger en la lista de propósitos para que dentro de un año no nos estemos lamentando de todo el bien que pudimos hacer y que, por pereza, por egoísmo o por comodidad, no hicimos.

Pienso, por ejemplo, en el tiempo que no dedicamos a la familia, porque, en los hechos, creímos que había tareas que en el trabajo eran prioritarias o que ya habría tiempo más adelante para estar con la esposa o con los hijos. Resultó, luego, que los días libres de ocupaciones nunca llegaron, que la esposa se cansó de estar siempre en segundo lugar y se dedicó a otras ocupaciones, y los hijos crecieron sin que nos diéramos cuenta, porque no hay manera de congelar el tiempo y porque no dejan de crecer, aunque le coloquemos una piedra sobre la cabeza. Además, como ya se ha dicho, ningún triunfo profesional compensa un fracaso familiar y, aunque no seamos directamente culpables de los errores de los hijos, no por eso dejamos de sentir cierto o mucho pesar por ellos.

Pienso, también, en el poco tiempo que pudimos haber dedicado a los amigos. Incluso cuando nos necesitaban, cuando tuvieron alguna pérdida, cuando necesitaron un hombro sobre el que llorar, un apretón de manos o un abrazo fuerte que les hiciera sentirse acompañados. Cuando debían darse cuenta de que había un cirineo que les ayudaba a cargar con sus cruces.

Este fin de año debe servirnos para entender que en el único lugar en el que somos indispensables es en el hogar. En el resto de los ámbitos: laborales, sociales, ciudadanos, somos sustituibles. Las empresas, para el caso, ven ir y venir gente; cambian los rostros, cambian las funciones; pero los padres, los hermanos, los cónyuges, los hijos son únicos e irrepetibles, radicalmente singulares. En la oficina, en el taller, en la fábrica, en la cátedra nos llegará el tiempo de la jubilación o nos llegará el día en el que dejaremos de estar aptos para desarrollar unas actividades; la vida, invariablemente, nos enfrenta un día con nuestras limitaciones. Dejamos de estar al día en muchas cosas o nos faltan fuerzas y salud para llevar el ritmo a la gente joven. Entonces, si acaso nos dan una placa por los servicios prestados y caemos como hojas de calendario para hacer sitio al relevo. Por lo anterior, no dejemos de hacer lo verdaderamente importante, lo que nos reporta felicidad y no solo satisfacciones momentáneas.