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La obediencia de los militares

  • 19 octubre 2022 /

El país caerá en malas manos si se permite que la Corte Suprema de Justicia obedezca las órdenes del partido en el poder y las Fuerzas Armadas estén, incondicionalmente, al servicio de su Comandante en Jefe. Y atrapadas en un concepto rígido que confundiendo los intereses nacionales con los de los gobernantes o de los partidos políticos, bajen la cabeza y obedezcan todo lo que les ordenen, pasando por alto la Constitución y las obligaciones de la institución armada con el pueblo, su bienestar y su seguridad, que solo se garantiza dentro del sistema democrático.

El tema de la obediencia siempre está en discusión.

Neuman había dejado de ser obispo anglicano y acogido al rito católico fue interrogado sobre si podía defender a Inglaterra, manteniendo su fidelidad al Papa. Respondió que su lealtad era con su conciencia.

Albert Camus, en plena guerra colonial, en que Francia negaba la libertad a sus compatriotas argelinos, fue interrogado sobre el dilema: justicia y la verdad. Respondió que escogería a su madre. Es decir que la obediencia, más que para quedar bien, para salir adelante; o mejorar su posición, es un mecanismo de satisfacción interno.

Pacto con uno mismo. Como dijo Neuman: “Obedezco a mi conciencia”. Y la conciencia es “un saber que se sabe”, al decir de Freire.

En otros términos, la obediencia es un acto consciente en que decidimos para quedar bien con nosotros mismos. Escogemos, entre el bien y el mal, porque, nunca se puede obedecer al mal y menos, si sabemos que tal cosa provocará daño a los demás.

A los militares se les asocia con los autómatas. Es decir que es un humano al cual se le ha vaciado la conciencia. Cuando se le ordena, siempre responderá de acuerdo a quien, teniendo autoridad, las imparta. No importa si dañan al bien común. Pero la verdad es que los soldados profesionales son teóricos de la guerra y la seguridad, especializados en garantizar la soberanía nacional, la defensa de la ley; así como –en nuestro caso– la protección de las instituciones democráticas. En cada soldado hay un ser humano, con una conciencia lúcida que no acepta órdenes favorables al mal, en contra de las instituciones republicanas; y, menos, contraviniendo la ley y contra la Constitución.

El jefe del Estado Mayor de los Estados Unidos, al final de la presidencia de Donald Trump, dio ejemplo de militar consciente. Dijo que no era fiel al Presidente, sino que a la Constitución y al pueblo. Que no le obedecería si le daba órdenes de ir en contra de la ley, la Constitución y la democracia. Una bella declaración que, a nuestro juicio, debe ser estudiado a profundidad en nuestros colegios de guerra, porque entraña una verdadera visión filosófica del papel de los militares y el ejercicio de la obediencia, consciente y deliberada.

Entre nosotros se han construido muchas falacias. La mayor, muy documentada durante la guerra fría, fue la del enemigo interno. Para el militar es bien clara la imagen del enemigo externo.

Fácilmente identificable. Pero cuando se habla del enemigo interno es una verdadera trampa teórica, porque ese carácter lo tienen los adversarios del partido en el gobierno, los críticos de los gobernantes; e incluso, los que no gozan de la simpatía de los jefes militares. Y aquí, entonces, sobre una falacia reconocible por quienes no son militares estamentados, la obediencia es mecánica y favorece al grupo del poder.

Y entonces, la obediencia es a una persona, a una familia, a una bandera partidaria, a una consigna: e incluso, a la banda que domina el poder del cual es formalmente subordinada la fuerza militar.

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