28/04/2024
09:23 AM

Estamos bien

  • 11 agosto 2023 /

Hoy se cumplen tres años del fallecimiento de mi madre. Murió de 94, en su casa, en su lecho. Sus últimos cincuenta años los pasó viuda. Murió el día de su aniversario de bodas.

Su vida se resume en esfuerzo, dificultades, carácter fuerte y devoción por sus hijos. Decía las cosas de frente y sin componendas. Tenía una sonrisa fácil y sus carcajadas venían desde el estómago. Era una mujer dulce revestida de una endeble coraza de dureza.

Le gustaba fumar, aunque no inhalaba el humo del cigarrillo. Todos los días se sentaba en el porche de su casa, en su sillón preferido, a degustar del tabaco mientras escuchaba noticias en la radio o música del recuerdo. Disfrutaba esos momentos de soledad mientras dirigía su mirada, sin ver, a la lejanía, como buscando a alguien. Añoraba a su príncipe. La dejó sola muy joven aún. Merecían haber envejecido juntos.

Ella y sus ancestros eran de occidente. Gente de antes, de corazón tierno y sangre caliente, de una sola cara, leales. Era la menor de tres hermanos, todos ellos longevos, y fue la última en morir. Vivió para nosotros sus hijos, la prueba fue su viudez de cincuenta años. Se quebró, pero no se amilanó. Aceptó de la vida la parte que le correspondía y siempre estuvo allí erguida, orgullosa, como un faro, mostrándonos el camino.

Fue una mujer estoica, humilde pero no sencilla, religiosa, identificada con las causas del bien. Era de contextura delgada y de buen comer. No le decía que no a nada. No padecía ninguna enfermedad. Era sana. Pero tenía una relación de amor-odio con las fracturas, parecía que las buscaba. Muñeca, brazo, clavícula. Y es que nunca se estuvo quieta.

Precisamente, esa fue la causa de su muerte, una fractura que la obligó a estar postrada en cama. Se deprimió hasta apagarse. Ella no era para estar inmóvil. Era un espíritu brioso, rebelde, libre.

Si la misión primordial de los padres es formar buenas personas, ella cumplió a cabalidad. Nos moldeó con sus manos y corazón.

El día que se fracturó la cadera supe con tristeza que allí empezaba su final. Ella lloró de rabia ese día arrepentida de su testarudez.

Al momento de su muerte estuvimos con ella hasta que su corazón dejó de palpitar. Fue un honor estar allí en ese momento solemne, un alma vieja, noble, regresaba al hogar.

Tres años ya, madre. Estamos bien. Descansa.