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El banquete de la lengua

  • 28 abril 2023 /

Hace más de dos mil años, un rico mercader griego tenía un esclavo llamado Esopo. Cierta vez, el mercader le ordenó que fuera al mercado y le trajese el mejor alimento que encontrara para agasajar a unos invitados importantes. Esopo compró solamente lengua y la hizo aderezar de diferentes modos. Los convidados se saciaron hasta el límite, describiendo aquella comida como un manjar.

Cuando quedó solo, el mercader le preguntó qué era eso tan delicioso. “Me pediste lo mejor”, dijo Esopo, “y traje lengua.

La lengua es el fundamento de la filosofía y de las ciencias, el órgano de la verdad y la razón. Con la lengua se instruye, se construyen ciudades y civilizaciones, se persuade y se dialoga. Con la lengua se canta, se ora y se declara el amor y la paz. ¿Qué otra cosa puede haber mejor que la lengua?”.

Pocos días después, el mercader le expresó a su siervo que llegarían unos visitantes desagradables a los que debía atender por protocolo, pero quería manifestarles su desdén sirviéndoles una mala comida. “Trae del mercado lo peor que encuentres”, le recomendó.

Esopo trajo lengua y la hizo preparar con un sabor tan desagradable que repugnó a los comensales. “¿Qué inmundicia es esa que serviste?”, preguntó el mercader. “Lengua”, contestó Esopo. “La lengua es la madre de todos los pleitos y discusiones, el origen de las separaciones y de las guerras. Con la lengua se miente, se calumnia, se insulta, se engaña y se rompen amistades. Es el órgano de la blasfemia y la impiedad. No hay nada peor que la lengua”.

Como bien se advierte en la respuesta de Esopo, la lengua es un arma de doble filo. Hay que adiestrarse en su buen uso. De ahí que el consejo del apóstol Santiago sea útil al respecto: “Todos ustedes deben ser rápidos para escuchar, lentos para hablar y lentos para enojarse” (1.19). Y usted, estimado lector, ¿qué uso le da a su lengua?