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Confinamiento, incubación de frustraciones

  • 27 septiembre 2021 /
Noé Vega

Durante el periodo del confinamiento lo que a todos nos sobró fue tiempo, el bien menos apreciado y el más escaso en tiempos de la normalidad; empero, la disponibilidad de tan valioso recurso, contrario a lo que muchos pensábamos, no produjo unas familias más unidas, hijos más cercanos con sus padres y una valoración de la vida en familia que la fortalecerían y harían una sociedad mejor. Parece que ha sucedido lo contrario. El dinero no es el diablo, ni el diablo es el dinero, pero parece que la presencia o ausencia, vuelve las cosas más complicadas de lo que pensamos.

Porque sucede que lo que hemos tratado de acumular a través de nuestros trabajos y con el trabajo de ambos padres, no se puede medir con la riqueza que produce esa cercanía entre padres e hijos, esa relación de cordialidad y de conocimiento mutuo que nos crea el estar juntos como familia. Es decir estamos infravalorando el valor agregado que tiene la presencia de los padres en la vida de los hijos, la inversión del tiempo que se les dedica a ellos y a la familia; porque del período de confinamiento hemos visto como surgen elevados los índices de violencia familiar y el maltrato infantil.

Entonces de qué nos ha servido disponer de todo este tiempo como familia, si no ha fortalecido los lazos, si no ha acercado a los padres con los hijos y no ha provocado una valoración más grande de los aspectos afectivos y emocionales. La respuesta es porque los avances como sociedad nos han llevado a desvalorizar los verdaderos valores, lo que sucede es que hemos hecho una inversión de los valores que nos ha llevado a que hoy valoremos más el ingreso que produce el trabajo de los padres, que la presencia de ellos; que nos resistimos a quitarle el trabajo a la televisión y al internet de criar a nuestros hijos y transmitirles los valores.

Como sociedad hemos involucionado, no evolucionado, pues estamos midiendo el bienestar de la familia en base a la cantidad de ingresos, nos interesa mucho el aumento del Producto Interno Bruto del país, porque sus cifras nos dicen que aumenta la riqueza, pero estamos dejando de ver el otro lado de la moneda, cuando cerramos los ojos a ver el aumento de las adicciones de los adolescentes, al consumo de alcohol y las tendencias suicidas, porque estos índices también importan.

El confinamiento no ha sido suficiente para fortalecer a las familias, porque los padres lo que más deseaban en ese período es saber cuándo podían salir de casa para ocuparse en sus labores normales. Lo que vimos con el confinamiento es que no basta tener tiempo suficiente, necesitamos un replanteamiento de lo que es la familia y los valores que encarna, necesitamos volver a ver la familia como el refugio seguro del mundo y no la incubadora de nuestras frustraciones. Necesitamos cambiar de valores para poder apreciar el tiempo en familia, necesitamos hacer un balance donde nos haga más ricos el estar juntos que el dinero que juntos producen los padres.