28/04/2024
10:58 PM

Barahona no sabe a quién representa

Juan Ramón Martínez

Entiendo al diputado Barahona de Comayagua, el que haya votado en contra de los maestros de Proheco, desdiciendo a su partido que votara en contra de Libre, que tiene como estrategia repetir lo que ha hecho con el Partido Liberal: destruir al PN.

Me parece que es un político peligroso para el sistema democrático. Pero el problema suyo es que no sabe a quién representa. Tiene leve conciencia del concepto de votante; pero no de las personas o grupos que le dispensaron respaldo.

Y como los nacionalistas ordenaron el voto en plancha, tuvo la suerte de sobrevivir, sin méritos, en un departamento en donde Libre y el Partido Liberal son electoralmente fuertes. Por ello, en su orfandad crítica, en su escasa formación política y arrinconado en un individualismo familiar, alimentado por la sobrevivencia del padre, ha terminado por creer que se representa a sí mismo. Y que no tiene lealtad con los pobres, con los que dependen de un salario mezquino, ni mucho menos con el ejercicio de una nueva política, en que los diputados dan la vida por sus electores que, en este caso, Barahona no puede por razones que no son imputables a él, no los identifica.

Los electores de Comayagua tampoco aceptan a Barahona como diputado suyo. Excepto familiares, vecinos, compañeros de estudios y activistas que le acompañaron en la campaña que lo llevó, sin merecerlo, al Congreso Nacional. Esto no es extraño. Nos ocurre a casi todos los electores. Por ejemplo, en nuestro caso, no tenemos diputado a quién recurrir cuando se nos agrede, nos afectan a nuestros familiares o se nos niegue, el derecho a una cita. Para aclarar esto, que es una falla del sistema que a los “refundadores” no se les ocurre analizar siquiera, porque ellos no desean un sistema en donde los electores tengamos control sobre los representantes, sino que fortalecer los partidos, en donde la participación es mínima porque hay un fuerte caudillismo tropical que ahora tiene un olor a un “estalinismo” rancio y pestilente.

En Francisco Morazán tenemos 23 diputados. Por antidemocrático, rechazamos votar en plancha. Escogimos a los mejores, entre los conocidos. Votamos por diputados liberales (Castro, Santos, Villeda); nacionalistas (Ramos Soto, Inestroza, Antonio Rivera, Jorge Zelaya); nasralistas( Matheu), Libre ( Tome, Valle, Barahona, Julissa Villanueva), Pinu (Ordóñez), Alianza Patriótica (Issis Romero) y PDCH (Felícito Ávila, Carlos Raudales).

No dejamos apuntados los nombres por razones obvias. Los citamos de memoria. Porque la cuestión toral es que, a algunos de los que votamos, no salieron y otros sí; pero ninguno de los que salieron, considero que son mis diputados. Y ellos, aunque son mis amigos, no se sienten representantes nuestros. Al extremo que cuando quiero resolver un problema – por ejemplo, sacar fondos para la Academia Hondureña de la Lengua—recurro a amigos o familiares de los funcionarios que tienen como regla divina no recibirme ni contestar mis llamadas. Otros nos insultan. (No crean los “liebres” que esto solo es con ellos; también con nosotros). La excepción, hay que reconocerlo, son Edmundo Orellana, Milton Benítez, Julio Navarro, Ernesto Paz. Ninguno es diputado. ¡No nos representan¡

El problema no es de Barahona. No tiene culpa. Además, es infantil cuando reacciona ante la amenaza que el PN lo expulse. El problema es estructural. Los electores no tenemos diputados, porque al votar, lo hacemos por una persona que representa un partido y un departamento. En cambio, como ocurre en democracias no híbridas, votan por distritos electorales, donde el voto establece una relación entre el votante y el elegido.