02/05/2024
01:06 PM

Amar a las personas, usar las cosas

Jibsam Melgares

A simple vista, la sabiduría que se encierra en esta conocida frase puede parecer más que obvia. ¿Quién no va a saber que las cosas no se aman, sino que se usan, y que el valor de las personas está por encima de cualquier objeto? Sin embargo, lo que en teoría puede ser más que evidente, en la práctica no siempre lo es. El filósofo y escritor judío Martin Buber contó que un día él se encontraba preparando un discurso para una conferencia importante, cuando tocaron a su puerta: era un joven muy preocupado que pedía hablar con él urgentemente. Buber contestó que estaba escribiendo un documento importante y que en ese momento no podía ser perturbado.

Esa misma noche, el muchacho se suicidó. La decisión de Buber refleja lo que en ese momento eran las prioridades en su vida. Para él, el discurso de la conferencia fue más importante que aquella persona. Luego de ese evento, el filósofo admitiría que siempre había sentido remordimiento por esa decisión.

John Powell indica que una forma de reconocer cómo está nuestra vida en relación con este tema es haciéndonos la pregunta: ¿cuáles son mis reacciones respecto a las cosas? Por ejemplo, imagine que usted es una madre que acaba de limpiar el piso de la cocina y entra su hijo con unas flores en la mano, pero con los zapatos llenos de lodo dejando huellas por todos lados, ¿qué es lo primero que haría? ¿Regañaría al niño o recibiría el presente con los brazos abiertos, aunque después tuviera que dar algunas indicaciones de higiene?

O imagine que es un padre que recibe una llamada de su hija diciéndole que acaba de chocar el único carro de la familia, admitiendo haber tenido la culpa. ¿Cuál sería su primera reacción? ¿Se enfurecería recriminando el error o le diría algo como “Me alegro que nadie resultó herido, no te preocupes por el carro, este se puede reemplazar, pero tú eres irreemplazable”?
Dios nos ayude a valorar siempre a las personas por encima de las cosas.