Tras varios años en que Venezuela ha ejercido una enorme influencia política en Centroamérica y el Caribe gracias a sus exportaciones de petróleo con grandes facilidades de pago, Estados Unidos está lanzando silenciosamente un plan para intentar contrarrestar la petro-diplomacia venezolana en la región.
En una ceremonia que prácticamente pasó inadvertida y que tuvo lugar el 27 de agosto en Washington DC, funcionarios de alto nivel de Estados Unidos y Granada firmaron un acuerdo que, según los funcionarios estadounidenses, será un “programa piloto” para ayudar a 17 países de la Cuenca del Caribe a lograr una mayor independencia energética y una menor dependencia de las exportaciones de Venezuela.
Aunque algunos expertos dicen que este programa es demasiado modesto, y tardío, casi todos coinciden en que —si resulta exitoso— podría cambiar no sólo la economía de Centroamérica y el Caribe, sino también el mapa político de toda Latinoamérica.
Gracias a las facilidades de pago que ofrece la organización petrolera venezolana Petrocaribe en los primeros años de sus contratos con sus países miembros, Venezuela se ha ganado el apoyo de 17 países centroamericanos y caribeños en foros diplomáticos regionales como la OEA, donde el bloque de Petrocaribe se opone casi sistemáticamente a cualquier iniciativa de Estados Unidos.
La diplomacia petrolera de Venezuela también le ha permitido al gobierno del presidente Nicolás Maduro cometer graves violaciones de los derechos humanos. Pero las cosas están empezando a cambiar.
La producción de petróleo venezolana se ha desplomado a casi la mitad de lo que el país producía cuando asumió el poder el fallecido presidente Hugo Chávez en 1999, y Venezuela –que esta teniendo graves problemas económicos– ha empezado a exigir pagos más altos de algunos países miembros de Petrocaribe.
Ante este panorama, los países caribeños y centroamericanos se están poniendo cada vez más nerviosos de que se les corten los envíos de petróleo venezolano.
Estados Unidos, que simultáneamente se está beneficiando de un boom energético, está viendo una oportunidad para ir al rescate de los países de la Cuenca del Caribe.
Según me dicen funcionarios estadounidenses, el gobierno de Obama empezó a poner en marcha su nuevo plan en mayo, cuando el vicepresidente Joe Biden visitó Trinidad y Tobago y se reunió con líderes caribeños allí.
Un reciente estudio del centro de estudios Consejo del Atlántico titulado “Energía incierta: la apuesta del Caribe hacia Venezuela” advierte que el plan de Obama centrado en el desarrollo de energía solar, eólica y otras energías renovables en el Caribe “es una buena estrategia a largo plazo”, pero no servirá de mucho en el futuro inmediato.
Mi opinión: Obama debería hacer mucho más que ofrecer asistencia técnica a los países de la Cuenca del Caribe. Con relativamente poco dinero –apenas unos $30 millones por país, según un reciente estudio del Banco Inter-Americano de Desarrollo– Estados Unidos podría ayudar a construir plantas de importación y regasificación de gas natural en toda la Cuenca del Caribe.
Eso es muy poco dinero, que ayudaría a los países caribeños y centroamericanos a protegerse de un posible recorte de las exportaciones de petróleo de Venezuela, disminuiría su dependencia del gobierno venezolano, y sería más efectivo que mil discursos .
