26/04/2024
04:13 PM

Una mujer agotada

Redacción.

Estoy cansada de tanto trabajo y de tanta incomprensión, monseñor Emiliani; así es. Ya son treinta y seis años de casada. Tengo cinco hijos y seis nietos. Toda una vida trabajando por ellos, ¿y qué he conseguido? Solo malacrianza.

Tengo dos hijos casados y una es madre soltera, quien con mis otros dos hijos viven conmigo, y nunca una palabra de agradecimiento, sino reproches, críticas y siempre pidiendo favores; más bien exigiendo que haga esto o lo otro.

Mi marido ya está jubilado y se ha convertido en un “príncipe” al que hay que hacerle todo y anda malhumorado constantemente. No hace nada más que estar sentado en la casa viendo televisión o salir con unos amigos y tomar tragos. Lo que pasa es que se siente mal sin hacer nada. Algunas veces va donde su mamá y se queda un par de días.

No sé por qué, pero igual, en la parroquia me están siempre llamando para que haga cosas y nadie me agradece nada. El sacerdote es un hombre ya mayor y de mal genio y comprendo que por su edad no se le puede pedir más. Pero las personas que dirigen la pastoral de Solidaridad me piden hacer a cada rato café, emparedados, chocolate y otras cosas para los pobres y nunca me dan las gracias. Yo creo que todo el mundo me ve como una “empleada” que está obligada a hacer las cosas.

No dejo de ir a misa, pero me siento resentida con la humanidad y creo que Dios no me oye.

Mire señora, tenga cuidado con el estrés y el cultivo de pensamientos negativos. Se ve que está agotada y eso la hace pensar de manera más pesimista. ¿Qué tal si empezamos a ver la cosa positivamente?

Tiene a sus cinco hijos vivos. Tiene seis nietos, que son una bendición de Dios. Tiene su marido y aunque lo tiene todo el día en casa “molestando”, es su compañía. Por lo que parece, es además una mujer sana. Piense en la cantidad de mujeres que a su edad están solas, sin familia, enfermas, y que aún así saben llevar con paciencia la cruz de su soledad.

También es positivo que la llamen de la parroquia a atender a los pobres, es decir, a Jesús que está en los hambrientos. Que no se lo agradecen ni en la casa ni en la parroquia, pues yo le digo que su nombre está escrito en el Libro de la Vida y está usted guardando un “tesoro” de buenas obras en el cielo y Dios sí la va a premiar.

Estar esperando en la tierra que nos agradezcan las cosas y que nos lo reconozcan frena nuestro impulso para hacer el bien y lo que es peor, supedita el hacer el bien al ansiado aplauso de algunos. Mejor actuar por amor y sentirse contento de haber hecho algo positivo por los demás. Si lo reconocen bien, y si no también.

Estoy seguro que su ejemplo está grabado en el corazón de sus hijos, y aunque ahora parezca que ellos no valoran lo que usted hace, ellos la irán imitando y serán serviciales y bondadosos. Lo que pasa es que algunas veces los hijos no se dan cuenta de todo lo que hace mamá hasta que ella muere. Están tan acostumbrados a que mamá esté siempre allí y haciendo todo por ellos, que no valoran su servicio maternal hecho con tanta dedicación.

En cuanto a su marido, hay que motivarlo para que haga algo por los demás. Que se incluya en algún grupo de acción social o que también trabaje en la parroquia. Lo importante es que esté ocupado. Hay gente jubilada que se deprime porque no saben aceptar el cambio en su vida y no se han preparado para buscar otra actividad gratificante.

Para concluir, señora, siéntase orgullosa de haber levantado cinco hijos, de ser esposa y madre cristiana y de que usted sirve a los pobres haciéndole su comidita cada vez que se lo piden, sabiendo que Cristo está en ellos. Y recuerde, el Señor quiere que siga adelante en su entrega a los demás, sabiendo que con Él podrá vencer todo cansancio y pesimismo, porque con el Señor usted es invencible.