26/04/2024
07:34 PM

Que no pase inadvertido

San Pedro Sula, Honduras.

Hay meses en el año que esperamos con ilusión; diciembre, por ejemplo, o marzo y abril, dependiendo de en cuál caiga la Semana Santa.

Y esto porque se celebran en ellos acontecimientos históricos entrañables y porque hay oportunidad para el descanso y para estar cerca de la gente que uno quiere.

Claro que hay otros días diseminados en el calendario que también se disfrutan y nos apartan de la monotonía cotidiana, como el día de la madre o del padre o independencia, que nos despiertan sentimientos que vale la pena y es necesario cultivar.

Sin embargo, para muchos pasa inadvertido este mes de agosto. En él, desde hace ya un par de décadas, se celebra en Honduras el Mes del Matrimonio y la Familia, dos instituciones sociales que son fundamentales para la armonía y el desarrollo personal y social y cuya trascendencia no siempre se valora en su total dimensión.

Nadie en su sano juicio puede poner en duda la importancia que el matrimonio tiene para la estabilidad individual y colectiva. No exento de dificultades, el compromiso que lleva a un hombre y a una mujer a compartir el día a día y a generar y educar a la prole, merece que se le reconozca y que se le celebre.

No obstante haya tantos matrimonios rotos y tantas parejas que no lograron salir adelante con su promesa conyugal, lo cierto es que poquísimas personas, hasta ahora no conozco a ninguna, se han casado pensando en acabar tarde o temprano con aquella relación y que no hayan dado un sí alegre y firme. Lo que haya pasado después es otro asunto.

Y de la familia se han dicho tantas cosas buenas que sólo quiero repetir un par. Primero, que f de familia es f de felicidad. Hay familias disfuncionales, es cierto; hay grupos familiares patológicos, también es cierto. Pero dentro de la normalidad, y yo me considero dentro de esta categoría tanto habiendo sido hijo como ahora siendo padre, no hay mejor sitio para nacer, crecer y morirse.

La familia da estabilidad emocional, proporciona una autoestima realista, facilita sentido de pertenencia y estilo personal propio. La familia es el mejor antídoto para la inadaptación social, para la conducta delincuencial, para los comportamientos que obstaculizan la convivencia ciudadana.

Por lo anterior es que sería una pena que dejáramos que agosto pasara inadvertido, que se convirtiera en un mes largo, seco y aburrido, del que queremos salir cuanto antes. Las familias, las iglesias, la escuela, deben aprovechar este mes para recordar el valor de esta institución social natural y para fomentar en la niñez y en la gente joven el deseo y la ilusión por formar hogares armónicos, luminosos y alegres.