24/04/2024
08:27 AM

La muerta del día después

Como si no fuera suficiente con los centenares de muertos que hay en Honduras cada año a causa de la violencia (asesinatos, sicariatos, crimen organizado, etc.), ahora se quiere matar a los hondureños que todavía no nacen a través de la iniciativa en el congreso de autorizar el uso de las pastillas anticonceptivas de emergencia (PAE), la llamada pastilla del día después.

Esa píldora del día siguiente equivale a una dosis de 25 píldoras anticonceptivas normales juntas. Imagínense ustedes la bomba hormonal que esto implica para la mujer, con todos los efectos agresivos y riesgos: Altera el proceso de ovulación, pudiendo provocar esterilidad para toda la vida. Puede causar severos daños a la salud: sangrados, dolores de cabeza y náuseas. Su uso frecuente puede provocar: daños en el hígado, tapar las arterias y provocar infarto, embolias en el cerebro o en el pulmón, y hemorragias cerebrales, complicar las alteraciones provocadas por el tabaquismo, aumentar los riesgos del colesterol elevado pudiendo producir daños en el páncreas, puede producir ceguera por trombosis de la arteria de la retina y empeorar la diabetes además de aumentar el riesgo de desarrollar cáncer del cuello de la matriz y de mama y depresión. No exagero al mencionar estos posibles efectos, sólo estoy leyendo la literatura médica al respecto.

Pero aún cuando no tuviera estos terribles efectos en la salud de la mujer (que sí los tiene), por el hecho de ser abortiva, no debe legalizarse. En Honduras el aborto es un delito y debe seguir siéndolo. Debemos hacer hincapié en el carácter inviolable de la vida humana desde el principio, desde la fecundación, hasta el final con la muerte natural. Aunque la muerte natural sea de un balazo. Claro, porque si te pegan un balazo es “natural” que te mueras, sobre todo en nuestra Honduras.

La solución no es encontrar la píldora o el método que evite al cien por ciento el embarazo. La carrera de la píldora anticonceptiva normal y ahora la de emergencia, lo que ha provocado es la promiscuidad, una sexualidad en que lo primordial, y a veces lo único, sea buscar el placer. En este afán hedonista, el hijo se convierte en un intruso, un tumor que hay que desechar.

La solución es más bien reorientar el auténtico sentido de la sexualidad, que es expresión del ser humano en su totalidad. El acto sexual no es sólo para el placer; sino que el placer debe acompañar intenciones más nobles, como la unidad y la comunión del hombre y la mujer, así como la transmisión de la vida.

Mi maestro de bioética en el seminario, el cardenal Rodríguez, ya lo declaró en su homilía dominical: “No es matando como se previenen los embarazos”. Nosotros los cristianos debemos luchar contra la cultura de la muerte que, una vez más, pretende mostrarnos su fea cara a todos los hondureños, y esta vez, desde el Congreso Nacional.