26/04/2024
12:56 AM

Tarjetas de identidad y elecciones

Juan Ramón Martínez

En política y en mis relaciones he tratado de ser moderado. Políticamente he rechazado el sectarismo. Frente al actual proceso electoral he tratado de resaltar su importancia para tratar de superar la crisis de 2017, reconstruir el dañado Estado de derecho y devolverle la confianza al pueblo para que de nuevo crea en sus líderes y partidos políticos. Como he visto tantas cosas en la vida política, he considerado que la mayoría de las diferencias interpartidarias tienen un aire infantil o parvulario. Toman fuego, levantan enconos y obligan a los más ruidosos a hacer predicciones catastróficas, pero tienen una característica fundamental: rápidamente pasan de moda.

Un ejemplo es la nueva tarjeta de identidad. Se han dicho tantas cosas que muchos –la mayoría inocentes e ingenuos– sostuvieron que el único problema era la emisión de una nueva tarjeta de identidad. Se dijo que unas elecciones internas y generales con la “vieja” no serían confiables “porque con ella votarían los muertos”, repitiendo una historia en la que muchos han justificado sus derrotas y “explicado” el éxito de sus adversarios. Pero el tema así como se volvió central desapareció del pobre lenguaje político nacional.

De forma que cuando el Registro Nacional de las Personas, ahora dirigido por tres profesionales, especializados en el tema (Rolando Kattán, Rivera y Breve), comenzó a entregar y le dio la documentación nueva a más de tres millones y medio de compatriotas, nadie celebró el logro. Y los políticos que la reclamaban como agua de mayo se llamaron al silencio.

Con lo que se confirmó que la preocupación no era auténtica, que las dudas no tenían sustento y su presencia en las manos de los electores no era una cuestión de importancia. Es posible que ahora, cuando un preso muerto en la cárcel de Morocelí apareció con la identidad de un médico de Santa Rosa de Copán, vuelvan las críticas. Aunque es probable que a los políticos solo le interesan las cosas ruidosas y que las cuestiones de seguridad ciudadana poco les interesa.

Como los demás, junto con mi familia, dimos información para obtener las tarjetas de identidad. Grupos de jóvenes nos atendieron frente a nuestra casa. Me causó gracia que tuvieron que hacerme varias pruebas antes de registrarme porque no aparecían muy claras mis huellas digitales. Wong Arévalo me explicó que por oficio de escritores y por edad, las huellas digitales van disminuyendo sus peculiaridades. Al final, cambiando de posición, la joven que me atendió se dio por satisfecha y produjo el registro correspondiente.

Cuando se anunció que el proceso había terminado y que las identidades serían entregadas a cada uno de los mayores de 18 años que hubieran presentado sus peticiones y seguido el proceso nos serían entregadas previa cita, seguí el procedimiento y me dieron electrónicamente la misma, a la que concurrí en el complejo deportivo José Azcona. La fila era larga y el sol, inclemente. Varias personas que me conocieron ofrecieron gentilmente sus lugares, cosa que agradecí, pero no acepté porque con ello afectaba los derechos de los demás.

Después de calcular una hora probable en que el número de personas se redujeran, me preparé a abandonar el lugar. Sin embargo, un joven atento, Juan Ramón Flores, me llamó y me dijo que regresara a las cinco de la tarde. Cosa que hice. En esa hora me fue entregada una nota en la que, además de la tarjeta de identidad, venía una cartita firmada por los tres comisionados del RNP. Sentí mucho orgullo y recobré la esperanza. No todo está perdido. Hay compatriotas competentes, diligentes y respetuosos que dan buenos servicios.