Con la llegada de la pandemia del coronavirus, los países menos desarrollados han sido los más afectados debido a sus endémicos y anacrónicos sistemas de salud y educación.
En el caso específico de Honduras, entre los mayores problemas están los deficientes sistemas de salud y educación. Las leyes constitucionales de que la salud y la educación deben ser gratuitas para la población de escasos recursos económicos han sido una utopía crónica.
De los 9,300,000 habitantes, el 60% de la población hondureña está entre los índices de pobreza y un buen porcentaje extrema. Las escuelas públicas se han vuelto mercantiles, pues cada padre de familia debe tener un presupuesto para pagar matrícula camuflada, libros, impresiones, fotocopias, aseo, vigilancia y otros.
Según datos de los gremios magisteriales, el peor año es 2021, pues las consecuencias de la pandemia y de las inundaciones de Eta y Iota hicieron que la matrícula bajara en un promedio del 50%.
Pues unos dos millones de niños y jóvenes quedaron excluidos de la matrícula actual.
Debido a la crisis económica que atraviesan estas familias, con padres desempleados y sin acceso a internet, e igual a un teléfono celular, tableta o computadora.
Las promesas gubernamentales han quedado en “deja tu mensaje”, pues los padres de familia han quedado frustrados en espera de equipo tecnológico ofrecido en fechas pasadas y recientes para los escolares.
De esta manera, el adagio de que los niños son el futuro de la humanidad queda en “ignorados.com” en un país llamado Honduras.