Ya antes de la pandemia hemos sido reconocidos como la región más desigual del mundo en cuanto a ingresos económicos, y ahora que las empresas han cerrado, los desempleados han aumentado y la carga social es grande, todos nos preguntamos cómo podremos avanzar ante semejante descalabro económico. Porque esta situación de la pandemia ha venido a hacer más evidente la desigualdad y la exclusión, no solo por cuestión de ingresos, sino también por el acceso a derechos como salud y educación.
Aunque posiblemente, si hay algo que se puede rescatar de esta pandemia, o al menos es lo que esperamos todos, es que los servicios de salud queden más fortalecidos en la era pospandemia y que los próximos Gobiernos aumenten los presupuestos en salud y que la conciencia de la ciudadanía para exigir un servicio de salud de calidad pese de tal forma que incomode a los gobernantes. Lamentablemente no podemos afirmar lo mismo sobre la educación, ya de por sí deficiente, que teníamos antes de la pandemia y que se ha visto golpeada como la salud.
Es que los retos que a partir de la era pospandemia nos planteamos son colosales, ya que el covid desnudó no solo nuestras desigualdades, sino también eternas carencias, ya que cómo pedirle al pueblo que se lave las manos si el acceso al agua potable es por cuestiones económicas, estratégicas o por ineficiencia política un derecho que solo unos pocos hondureños disfrutan. Así que el acceso al agua potable, distribución y garantía constituye un reto que debemos plantear con más acuciosidad ahora más que nunca.
Estamos partiendo de lo elemental, de lo más básico, ya que si nos adentramos un poco más en nuestra realidad social y económica veremos que los retos son casi infinitos, y tenemos que coincidir en que si este país no mejora sus estructuras económicas, políticas y sociales corre el riesgo de que se cumpla el pronóstico de que Honduras va a desaparecer dentro de 50 años. Sí va a desaparecer de la escena política mundial, va a desaparecer del mundo de las letras y la cultura, de la educación. Entonces es aquí que tomamos nota que de lo elemental, como es el agua y la salud, tenemos que pasar a plantear la necesidad de acceso a la electricidad y con ello a la tecnología, donde los excluidos son millones igualmente.