24/04/2024
08:27 AM

Forjar una nueva generación

Javier Santos Mancías

Dentro de pocos días estaremos celebrando el 28 aniversario del Seminario Menor Santiago Apóstol, obra de la Iglesia católica que durante estos años ha servido para formar a los jóvenes que a mediano plazo estarían al frente de las comunidades como sacerdotes comprometidos por la defensa y promoción de una vida plena para los niños, jóvenes y adultos desde su fe en Jesucristo.

En mi calidad de responsable de cuidar las futuras vocaciones sacerdotales, puedo intuir la importancia que tiene enfocar los mejores esfuerzos, recursos materiales y humanos en cultivar el espíritu de los adolescentes para que puedan asumir con grandeza de ánimo el relevo generacional en la Viña del Señor.

Esta intuición personal es como un rayo de luz en medio de la neblina que ayudaría a los padres y madres de familia, a pensar en afianzar la personalidad de sus hijos en el valor supremo de la vida, de ayudarles a discernir el bien del mal, hacerles entender que los derechos humanos y los valores espirituales son condición sin la cual no se puede llegar lejos como familia o sociedad.

Mientras nos protegemos del coronavirus, es tiempo de forjar la nueva generación de jóvenes que tomarán las riendas de nuestro país. En este tiempo de crisis está quedando al descubierto ‹‹el trigo y la cizaña››. Lo mejor de lo mejor está al descubierto, lo peor de lo peor también.

No quedan medias tintas. Por una parte, nos conmueven las noticias que nos hablan de la labor heroica que realiza el personal médico, y por otra, nos constriñe el corazón ver el salvajismo con que se realizan actos violentos contra las vidas de muchos seres humanos-secuestros, crímenes dantescos, abusos de autoridad- por las más diversas razones que puede abrigar el corazón humano, sobre todo por el odio y la avaricia.

El aprecio por la vida, redescubrir su significado y gran valor, junto con la oportunidad de aquilatar lo mejor de la naturaleza humana de nuestros hijos- como un eje transversal que atraviese la vida de la familia más sencilla, pobre y humilde, hasta las familias con mayores y mejores posibilidades- han de servir de fuerte estímulo para todos los que tenemos la responsabilidad de educar a los niños y adolescentes de hoy, y llenarnos de valor y esperanza en estos tiempos de crisis sanitaria.

Tomar conciencia de nuestra fragilidad y pequeñez, de la creatividad del espíritu humano para salir adelante y no rendirnos ante la amenaza de muerte que se cierne por la pandemia, resulta clave para concretizar un estilo de vida familiar que opte por heredar a nuestro país una generación de jóvenes adultos comprometidos por la justicia y la paz, donde ya no se utilicen las organizaciones sociales, ni los puestos de gobierno para saquear los bienes públicos, ni se fomente más el poder de avasalla y destruye.

Es tiempo de educar a los niños y jóvenes en la rectitud moral, el amor fraterno y respeto por la vida propia y ajena. En esta tarea se ven comprometidas las familias que adoran al Dios vivo y verdadero, que han conocido que el Dios de la vida ha vencido el poder del mal en el mismo corazón de los hombres, mediante la muerte del Justo por la salvación de muchos.