26/04/2024
03:28 PM

Palabras para el futuro

Elisa Pineda

Hay motivos de sobra para entender que estamos en una crisis compleja en Honduras, no solamente por la pandemia por covid-19, sino por la corrupción, como fuente de muchos males que nos aquejan, y que se encuentra enraizada no solamente en el sector público, sino que se ha convertido en una forma de vida para la población.

Para que exista la corrupción tiene que haber forzosamente corruptores y corruptos. Para que prolifere el irrespeto a la ley, no digamos a principios éticos, tiene que existir una población no solamente dispuesta a tolerarlo, sino inmune a cualquier situación que afecta a todos, insensible para darse cuenta de lo que está mal y no debe ser tolerado.

Así ha sido durante mucho tiempo. La pandemia ha tenido la cualidad de despertarnos, a base se homogenizarnos en una sola condición, más allá de la situación socioeconómica de cada uno: somos humanos y, por ende, estamos expuestos.

Los efectos de las malas decisiones, de la ausencia de un liderazgo en medio de la crisis, de la improvisación y la especulación, los estamos padeciendo todos, con distinta intensidad.

En medio de esta situación preocupan los niños de este país. ¿Qué les estamos heredando? ¿Cómo podrán hacer frente a una realidad quizá aún más compleja de la que nos ha correspondido vivir?

Reflexionando sobre ello, recordé el “Efecto Pigmalión” o la profecía que se autocumple, con aplicaciones en psicología y pedagogía, que trata sobre la expectativa que se tiene sobre alguien, reforzada a través de la repetición de mensajes y que llega a hacerse real. Hace referencia a Pigmalión, un personaje mitológico griego, que hace una escultura, se enamora de ella y la trata como a una mujer real. La diosa Afrodita se compadece del escultor y convierte a su obra en una mujer real.

Ese efecto encuentra su aplicación en la vida práctica, al tratar a los demás de acuerdo con lo que esperamos de ellos, por eso debemos pensar ¿qué promesa esperamos que se autocumpla con los mensajes que repetimos a los niños de este país?

¿Qué mensajes les reforzamos, no solamente con palabras, sino con hechos concretos?

Aunque hoy nos parezca que falta mucho para que ellos asuman las riendas de esta nación, es desde ahora que estamos creando las bases de lo que esperamos que sean.

La forma de verse a sí mismos, de fundamentar sus propias expectativas sobre lo que son capaces de lograr, la estamos sembrando hoy, a base de palabras.

Preguntémonos entonces ¿qué decimos a la niñez hondureña?

Fortalecer las capacidades de la niñez, para hacer frente a los desafíos que los adultos y los jóvenes de hoy quizá no podremos resolver, es un asunto que debe motivarnos a realizar cambios sustanciales no solamente en la educación formal, sino en la informal, esa que forjamos en el hogar y en la comunidad.

Sembrar en tierra fértil es una acción necesaria; pero ¿de qué tipo de calidad son esas semillas, convertidas en palabras cotidianas que se quedan en la mente y en el corazón?

La resiliencia, el compromiso, la lealtad, la voluntad, se están forjando hoy, en cada hogar. Los mensajes que transmitimos se convertirán en unos años en la vida práctica. ¿Estamos enseñando a nuestros hijos a ser dueños de su propio destino?

Cuando creamos que no vale la pena luchar, que ya todo está perdido, pensemos en quiénes nos observan detenidamente, para quién o quienes estamos siendo ejemplo.

Que esa fuerza nos motive a tomar impulso, para salir adelante. ¡Rendirse, jamás