26/04/2024
12:56 AM

¿Sus hábitos? ¡Su prisión!

Emilio Santamaría

La historia nos cuenta el singular pleito de dos hermanos por una herencia. Se suponía que Reynald, que era el primogénito de una pequeña familia de la nobleza belga, tenía el derecho a recibir tanto el título de duque como las tierras que comprendían el ducado. Pero su hermano menor, un hombre ambicioso, se arregló para pretender usurparle el título y las tierras. Para ello necesitaba mantenerlo fuera de circulación, de manera que ante la ausencia del heredero principal, él pudiera ocupar su puesto. En la Bélgica del siglo XVI no era fácil ocultar un crimen. Así, desechando este extremo, decidió hacer algo ingenioso. Como Reynald era un hombre corpulento, lo recluyó en una habitación a la que sustituyó la puerta normal por una puerta mucho más pequeña.

El plan consistía en asegurarle a Reynald que si bajaba de peso y podía salir por la pequeña puerta se le reconocería como el único heredero, pero al mismo tiempo le hacía llegar las más suculentas comidas. Y Reynald, que no se podía contener, se comía hasta el último bocado. En esta forma, en lugar de adelgazar, engordaba día a día. Literalmente, Reynald era prisionero del hábito por comer, a pesar de que sabía que era eso lo que lo mantenía prisionero.

La historia desgraciadamente no nos cuenta el desenlace. Aun así, nosotros podemos aprender de ella. ¿Estarán los malos hábitos haciendo de usted un prisionero? Para alguna gente, el hábito de ver casi permanentemente televisión lo pone tras los barrotes. Para otros es el comer incontrolablemente, e incluso también su adicción al internet, a chatear o a las redes sociales, tan de moda, y todo ello marcado por el exceso.

Se nos ha dicho siempre que una persona sin disciplina está en un calabozo sin barrotes y que el ser disciplinado pone la llave de nuestra propia libertad en nuestras manos. Puede usted recurrir a la ayuda profesional; por ejemplo, si se es prisionero del alcoholismo la organización Alcohólicos Anónimos ha salvado de esa prisión literalmente a miles.

LO NEGATIVO: Ser prisioneros de nuestros malos hábitos, incluso inconscientemente.

LO POSITIVO: Comprender que fuimos hechos libres, no para estar tras de esos barrotes.