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Sostenibilidad emocional

  • 01 diciembre 2019 /

Elisa Pineda

Desde hace poco más de tres décadas hemos escuchado el concepto de sostenibilidad, relacionado con “el tipo de desarrollo que satisface las necesidades presentes, sin comprometer la posibilidad de que las generaciones futuras puedan satisfacer las suyas”, de acuerdo con el Informe Brundtland, de la Organización de Naciones Unidas, ONU.

Hoy el tema sigue siendo un verdadero desafío para todos, quizá aún más que antes, debido a las consecuencias del deterioro ambiental, evidenciado en el cambio climático que pone en riesgo a la humanidad.

Si bien en el mundo hacia afuera hay mucho por hacer, también es cierto que desde el plano personal hay también un mundo por descubrir o acaso poco explorado para muchos.

“Conócete a ti mismo” nos dice el antiguo aforismo griego, repetido a lo largo de la historia y que cobra especial relevancia cuando hablamos de sostenibilidad emocional.

Desde ese punto de vista es indispensable la educación emocional permanente, no solo desde el sistema formal de educación, sino desde el hogar y la comunidad, para modelar el tipo de personas que requiere el mundo para alcanzar el desarrollo sostenible.

Seres humanos con autonomía, entendida como la posibilidad de tomar decisiones responsables, con conocimiento de las consecuencias, tanto positivas como negativas; autorregulados, con la capacidad de identificar las propias emociones y modularlas, con pleno respeto a la convivencia en sociedad, que implica límites.

Desarrollar personas capaces de escuchar su propia voz, tanto como la de los demás, con la intensión de comprender, antes que solamente defender opiniones.

La pertinencia de un enfoque basado en el reconocimiento de que somos seres emocionales ante todo y que la falta de atención a ello puede llevarnos a equivocarnos consecutivamente, está vigente tal vez hoy más que nunca.

Probablemente porque también en el mundo actual hay más ruido que distrae, más información que procesar, más emotividad a flor de piel, que en grandes colectivos se convierte en un verdadero riesgo social.

Lograr escuchar la voz interior en un mundo de tantas voces altisonantes es un verdadero reto para todos, de manera especial para los niños y los jóvenes de este tiempo.

Basta con dar un vistazo alrededor para darnos cuenta de la relevancia del tema: desde las múltiples versiones de irrespeto vial, el odio visceral volcado en redes sociales, hasta las trágicas noticias de quienes golpean, hieren y matan, presos de un mar de emociones incontenible.

La educación en lo racional debe ir acompañada de lo emocional, de lo contrario perdemos esa visión integral que requiere el ser humano y que es indispensable para alcanzar mayores niveles de desarrollo.

El aprendizaje en este tema es un proceso inacabado, tan profundo como compleja es la mente humana. Para cambiar el mundo, o por lo menos la pequeña parcela en la que nos desenvolvemos, es necesario modificar la manera en que estamos formando en el presente, a quienes serán el futuro, sin olvidar a las generaciones actuales.

Formar personas de manera integral, considerando la educación emocional es indispensable para la sostenibilidad.