26/04/2024
10:44 AM

Honduras, te quiero verde

La conservación de la mayor riqueza de Honduras, que son sus recursos naturales, está amenazada de muerte.

Elisa Pineda

Contrario a los pronósticos del clima, que anunciaban condiciones secas para todo el día, llueve, mientras escribo. Me gusta pensar que el cielo se apiada no de las personas precisamente, sino de la naturaleza que poco tiene cómo defenderse ante las manos humanas. Por un instante, deseo que esa misma lluvia sampedrana caiga también sobre Tegucigalpa y sus alrededores, para calmar la vorágine de incendios forestales que se ha desatado.

Honduras está siendo arrasada, no solamente por los incendios, sino por la tala inmisericorde que no llega siquiera a ser clandestina, pues los camiones cargados de madera son vistos y reportados constantemente por la ciudadanía a través de uno de los pocos recursos que tenemos para ello: las redes sociales.

La conservación de la mayor riqueza de Honduras, que son sus recursos naturales, está amenazada de muerte. Los más grandes enemigos son la ignorancia, el egoísmo, la ambición y la corrupción. ¿Hay alguna combinación peor? Mientras en Tegucigalpa y sus cercanías la lucha es contra las llamas, en San Pedro Sula lo es contra la depredación en pos de un supuesto desarrollo que beneficia a unos pocos por encima de la mayoría. La reducción de la zona de reserva del Merendón, aprobada por el Poder Legislativo y publicada en La Gaceta, en enero de 2014, asunto que ya alarmaba en aquel entonces, es una bofetada al pueblo y a quienes a lo largo de la historia han protegido el principal pulmón del Valle de Sula. A cinco años de esta decisión nefasta, amparada en un tipo de desarrollo insostenible, el rechazo de la población es evidente. Han surgido plataformas de protesta, como los Guardianes del Merendón, que ojalá no se contamine de intereses políticos particulares, un problema que lamentablemente es crónico en esta tierra. Las iniciativas ciudadanas -como la mencionada- son valiosas, en cuanto permiten la expresión colectiva sobre temas relacionados con el bien común, pasando del simple rol de expectación a la participación activa, tan necesaria en una democracia, aún en las tipo “light” como podríamos llamar a la nuestra.

Lo que está sucediendo en el Merendón podría ejemplificar el pensamiento que señala que “no todo lo legal es ético”. Las disposiciones legales no son mandato divino y es posible cambiarlas o mejor dicho, rectificar. La oportunidad de hacerlo está en el Poder Legislativo, porque este es un asunto que va más allá de las municipalidades. Esperemos la acción de nuestros diputados.

En el centro del país es evidente que las campañas contra incendios forestales no han tenido los frutos esperados. La sequía es una amenaza para esta región del mundo y con esa “ayuda”, verdaderamente la crisis por falta de agua la tendremos antes de lo que imaginamos. La concienciación de la población, la educación técnica para la agricultura, la ética del cuidado de aquello que nos concierne a todos, son necesarias sin duda, pero no solamente para el pueblo, sino de manera especial con nuestras autoridades.

La toma de decisiones y las acciones que nos afectan provienen principalmente de allí. Mientras escribo esta última línea, la lluvia ha cesado, pero la tormenta sigue en mi cabeza. Pensar que los temas ambientales son asuntos de otros es dar la espalda al futuro. El amor por la patria no se dice, se demuestra. Hagamos lo que nos corresponde, aunque parezca poco, aunque solo suponga hacer un llamado a la conciencia o un sueño colectivo: ¡Honduras, te quiero verde!