26/04/2024
12:30 PM

Con los ojos bien abiertos

Roger Martínez

Los medios de comunicación han comenzado a dar cuenta de las aspiraciones de algunos de los políticos del patio. Los hasta ahora mencionados han estado ligados, antes o ahora, directamente al ejercicio del poder o buscan volver o mantenerse en él.

Una vieja sentencia señala que “cada país tiene el Gobierno que se merece”, e históricamente no han faltado razones para que se haya acuñado semejante refrán. Sin embargo, como puede pasar con la sabiduría popular, esa afirmación tiene un amplio margen de error o se basa en momentos y circunstancias concretas que han dejado una huella no necesariamente luminosa en el devenir de una nación, puesto que abundan los ejemplos de pueblos nobles que fueron engañados o que han vivido y viven sometidos por tiranías oprobiosas totalmente inmerecidas.

Digo lo anterior porque estoy convencido de que los hondureños no nos hemos merecido el castigo que ha significado tener como gobernantes o dirigentes a algunos de los que han accedido al poder público desde el retorno a la democracia o que nos hemos equivocado gravemente a la hora de elegir.

Y ahora resulta que los hasta ahora autonominados o propuestos por sus pandillas han formado parte de Gobiernos que o han fracasado en su gestión o han sido campeones de la corrupción, o han pedido toda legitimidad por sus penosas actuaciones.

La campaña, por demás prematura, que algunos han comenzado no ha mostrado caras nuevas, rostros frescos, sino a mañosos y aprendices de mañoso que no ofrecen más que lo mismo, lo mismo que nos mantiene enfrentados, ignorantes, enfermos, cada día más deteriorados como comunidad supuestamente humana.

Pienso que ha llegado el momento de que los que todavía queremos a Honduras y esperamos ver crecer a hijos y nietos en ella debemos abrir bien los ojos y mantenernos vigilantes. Después de lo que nos ha pasado en los últimos quince años, meses más meses menos, no debemos permitir que gente inescrupulosa y sin formación ética maneje este país. Nos hemos convertido en el país de los escándalos, de los extraditables, de las fortunas amasadas de la noche a la mañana, de los izquierdistas de caviar, de los ecologistas vividores que se oponen al desarrollo por sinrazones ideológicas, el país del recelo y la desconfianza, el país en el que cuesta cada vez más tener esperanza.

Con los ojos bien abiertos hay que escrutar no el discurso, sino la vida de tanto sinvergüenza, hacer, también, memoria para no creerles de nuevo a los mismos y, claro, pensar antes en Honduras que en el propio estómago, que en los mezquinos y egoístas intereses de la camarilla, no importa del color que sea.