20/04/2024
01:38 AM

Nicaragua, la nueva Venezuela

El valiente obispo auxiliar de Managua, monseñor Báez, se ha convertido en el líder del cambio dentro de la Iglesia nicaragüense y el aumento de la represión ha logrado la unidad contra el régimen en el seno del Episcopado.

Gracias a eso se pudo evitar una matanza en la ciudad de Masaya, que de forma masiva se levantó contra la tiranía de Ortega, pero después se produjeron las declaraciones del dictador, muy duras contra la Iglesia y los obispos, a los que acusó de lanzar maldiciones contra él.

La consecuencia ha sido lo ocurrido en la basílica de San Sebastián, de la ciudad de Diriamba. Un grupo de franciscanos y médicos que atendían a la población se habían refugiado allí y estaban sitiados por doscientos encapuchados armados y pagados, favorables a Ortega, que por desgracia existen, como existen en Venezuela.

El nuncio, el cardenal Brenes de Managua y su obispo auxiliar monseñor Báez se presentaron allí para intentar repetir la gesta de Masaya y evitar un baño de sangre. Por desgracia, Ortega ya les había señalado con el dedo y los paramilitares no les respetaron, sino que les agredieron físicamente.

Para más agravio mientras les pegaban gritaban “Queremos la paz”, consigna que los sandinistas utilizaron durante la visita de San Juan Pablo II al país mientras interrumpían la misa del Pontífice y cargaban contra la aterrada muchedumbre. Típicamente comunista: proclamar con la palabra justo lo contrario de lo que se hace.

Pero, como he dicho antes, la reacción mundial ante lo ocurrido es escandalosamente tímida. La Iglesia en Nicaragua, sin embargo, sigue firme en la defensa del pueblo oprimido, como lo está la Iglesia en Venezuela. La gente sabe que puede contar con ella y está sufriendo con ella, y eso es lo importante. Los demás tenemos que acompañarles con la oración y romper el bloqueo de silencio.