05/12/2025
02:49 PM

Aló, ¿con Marcial Solís?

“Gobierno que se aísla va camino al suicidio y da apoyo a los lanzapiedras y rostros cubiertos”.

Juan Ramón Martínez

El viernes traté de comunicarme telefónicamente con el ministro de Educación. Su secretaria me informó que Solís, “no responde al teléfono”. Vaya me dije. Lástima que este caballero no sea como Tito Asfura que, no solo responde, sino que llama con confianza para preguntarme sobre cosas dichas en mis columnas, o para simplemente, saber cuándo conversaremos. Armando Calidonio, alcalde de San Pedro Sula, también responde mis llamadas. Tinoco el ministro de Seguridad, también hace lo mismo cuando requiero algún dato particular. Octavio Sánchez y Tito Cardona son los más cercanos. Ebal Díaz, incluso reacciona a las críticas que le hago cuando lo veo excedido verbalmente. E incluso, con cierta arrogancia que, se justifica en su juventud agresiva que lo empuja a menospreciar las formas del buen político.

Y no digamos Rocío Tábora o Wilfredo Cerrato que incluso, me reciben sin cita alguna, cuando he tenido necesidad de verles. O Santiago Ruiz y Carlos Madero, que me han dado sus números de teléfonos para que les llame, cosa que no he hecho, por cierto, hasta ahora. Los presidentes, Azcona, Callejas, Flores, Reina y Zelaya –antes de sus locuras– Micheletti y Lobo, me respondían a las llamadas. JOH, ahora luce aislado y no le gusta comunicarse con nosotros. Aunque en su defensa dice que me lee primero a mí, antes que a Carlos Flores. Julieta Castellanos nunca quiso recibirme. Y al doctor Herrera le cuesta bastante atenderme, posiblemente para no disgustar a su antecesora. A Mauricio Oliva no le hablo porque sé que no me responderá. Igual que a Nasralla.

Entiendo las cosas. Las positivas y las negativas. Solís luce, en las fotografías, enfermo. El rostro abotagado. Tengo tiempo de no hablar con él. Antes nos tratábamos como si fuéramos amigos. El poder cambia a la gente. Y como cantaba José Alfredo Jiménez, uno de los mejores filósofos de América Latina, “las ciudades alejan a la gente”. Y como quiere cambiar el mundo y revolucionar el sistema educativo, posiblemente ha optado por alejarse de las distracciones. Especialmente de aquellas que no le aportaran nada a su trabajo.

Apenas, en mi caso, buscaba que me diera un espacio para hablar sobre la enseñanza del español en los colegios, institutos y universidades.

Como todo está relacionado, recuerdo un editorial de Óscar Flores, en LA PRENSA o en La Tribuna, narrando las peripecias, –con el ácido sentido del humor suyo– que sufría cuando trataba de comunicarse con los altos funcionarios. Creo que tenía dedicatoria el editorial. Nunca le pregunté sobre el asunto. Pero es muy probable que visto su prestigio intelectual y sus méritos políticos, –que no tengo yo– los que se negaban a contestarle el teléfono le hayan llamado inmediatamente. En mi caso no creo que Marcial Solís lo haga. Y si me llama, como no tengo su número registrado, no le responderé por razones de seguridad diferentes a las que posiblemente motivan al actual titular de la Secretaria de Educación. Para comunicarse conmigo tendrá que llamar a la Academia Hondureña de la Lengua, en donde nuestra secretaria atiende a todo el mundo. E incluso, sabiendo de quién se trata, le dará mi teléfono celular a cambio que él le proporcione el suyo.

La crisis que experimenta el sistema burocrático, y especialmente la falta de respeto del público a la autoridad, tiene mucho que ver con la incapacidad de algunos altos funcionarios de articularse con las necesidades de la ciudadanía. A mí no me disgusta en lo más mínimo que Marcial Solís no me responda. No necesito establecer comunicación con él en contra de su voluntad. Por este medio puedo decirle y sugerirle lo que quería verbalmente. Espero que lea LA PRENSA. Si no, estamos fregados.

El asunto es que el Gobierno –formado por personas– no debe aislarse del pueblo. Y mucho menos de sus formadores de opinión. Ello es un verdadero suicidio y, además, un apoyo a los que lanzan piedras, se cubren la cara y detrás de Nasralla y Zelaya quieren sacarse todos los rencores acumulados por funcionarios que aunque pagados por el pueblo, no expresan el menor sentido de servicio a la población en general.