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Aprendizaje desde el desastre

  • 24 septiembre 2017 /

Elisa Pineda

Son millones de historias. En este caso, hablar de millones no es exageración, por la cantidad de personas que habitan solamente en Ciudad de México, una de las urbes más densamente pobladas del planeta. El terremoto de 7.1 en la escala de Richter es una experiencia muy dura, todavía más al haber coincidido con el aniversario del fatídico terremoto de 1985. En 32 años, muchas cosas han cambiado en el mundo. Ahora la inmediatez de las comunicaciones globales hace todavía más cercana la tragedia.

El terremoto en México nos ofrece muchos aprendizajes, como ciudadanos del mundo, como seres humanos. Vale la pena hacer un pequeño recuento. Veamos.

Primera lección: La actitud adecuada hace la diferencia. “Hemos pasado del estupor a la acción” fue la frase contundente que una amiga mexicana me escribió a través del teléfono celular luego de preguntarle cómo se sentía un día después de la tragedia. El espíritu de lucha, de unidad y de valentía es admirable en los mexicanos. “¡Canta y no llores!” entonaban los brigadistas en una impactante imagen por televisión. En una carrera contra el tiempo para el rescate de personas, esa forma de ver la realidad, con un amplio sentido de resiliencia (levantarse ante la adversidad) es fundamental en este mundo cada vez más abatido por desastres naturales.

Segunda lección: El que siembra, cosecha. México ha desarrollado relaciones de amistad y de cooperación a lo largo de su historia. Las brigadas de socorro han llegado de todo el mundo. Honduras también ha respondido. La Comisión Permanente de Contingencias (Copeco) envió 39 miembros del grupo especializado de brigadistas Katrachos Usar.

Tercera lección: Los jóvenes tienen mucho que aportar. En este caso específico, las noticias han destacado el “ejército” de jóvenes que se ha volcado a trabajar en las labores de rescate. Las nuevas generaciones, muchas veces poco entendidas por su desinterés en el significado del sacrificio para lograr una carrera profesional exitosa, nos demuestran que en aspectos humanitarios nos llevan la delantera. En ese sentido, es indispensable destacar la labor de las universidades, como formadoras y motivadoras para la acción a favor de otras personas. “Los jóvenes estamos aquí para ayudar”, nos contó un joven a través de las noticias.

Cuarta lección: Los animales también cuentan, respetemos sus derechos y a quienes luchan por ellos. El caso de la perra rescatista de la Marina, que responde al nombre de Frida, es sorprendente. Gracias a su ayuda se logró el rescate de 57 personas. Eso me hizo pensar en quienes luchan por los derechos de los animales, personas que muchas veces son poco comprendidas y en ocasiones hasta deben soportar burlas de los demás. Si los animales pudieran organizarse y hablar, ¿se burlarían de la labor de Frida?

Quinta lección: Es importante la información, tanto como el respaldo de quien la emite. La historia de una niña llamada Frida Sofía, quien supuestamente estaba entre los escombros de una escuela, conmovió a muchos. Resultó ser un invento que tal vez en su momento sirvió para personificar el dolor que embarga a la población. Darle forma a la tragedia, en una niña que sufre, fue quizá una vía para canalizar tanto dolor, por eso tomó fuerza y también por eso provocó tanto enojo al descubrirse la realidad.

Y la última: los partidos políticos no siempre responden a la población, especialmente cuando sus intereses están en juego. Ha sido lamentable observar cómo algunos políticos mexicanos se han escudado en la ley, para no respaldar la petición de donar parte del presupuesto asignado para las próximas elecciones, en las labores de rescate y reconstrucción. El argumento: la ley establece en qué se deben ocupar esos fondos.

Que cada una de estas lecciones sirva para nuestro aprendizaje como nación, para comprender la importancia de fortalecer valores como la solidaridad, la empatía y el respeto, en nuestro presente y en la construcción de nuestro futuro.