26/04/2024
12:41 AM

La ansiedad

Salomón Melgares Jr.

El diccionario de la Real Academia Española define la ansiedad como el desasosiego causado por un hecho futuro o incierto. Angustia o estado tenso de la psique frente a un peligro indeterminado e inminente acompañado de un sentimiento de inseguridad. Esta definición nos lleva a pensar que todos los seres humanos estamos propensos a sufrir de ansiedad por algo que nos aqueja y nos conduce a situaciones emocionales y mentales de preocupación.

La Palabra de Dios nos enseña que por nada debemos afanarnos. Para motivarnos nos impulsa a que observemos las aves. Ellas no siembran ni siegan y nuestro Padre Celestial las alimenta (Mateo 6:25-26). Quienes carecen de riquezas pueden ser víctimas de una ansiedad y preocupación que no es sino falta de fe. De allí que Jesús diga: “No os afanéis”.

Desde luego que Dios en la Escritura no nos prohíbe el ser precavidos y planear para el futuro sustento. Nos pone como ejemplo de ello a la hormiga (Proverbios 6:6-8). Lo que sí prohíbe es el mortificarse por las necesidades diarias. Si la propia vida y el cuerpo provienen de Dios, ¿no habremos de confiar en que él proveerá lo menos importante?

Martín Lutero paseaba un día por el campo con la Biblia en la mano leyendo el Sermón del Monte, estaba en gran aprieto y al leer Mateo 6:26, que dice: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni allegan en graneros y vuestro Padre Celestial las alimenta ¿no sois vosotros mejores que ellos?”, se sintió consolado. Al instante, un pajarito que volaba de rama en rama le pareció decir: “Mortales, dejad vuestros afanes y congojas, Dios proveerá para mañana”. Luego bajó a tierra, cogió una miga de pan y remontó el vuelo alegremente.

Dios, que es el soberano, el Creador y dueño de todo y que conoce nuestras necesidades antes que le pidamos, nos invita a que le creamos y que depositemos nuestra fe y confianza en Él. No sigamos ansiosos.