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Respeto al carpintero de Galilea

  • 16 enero 2017 /

Noé Vega

Cuando Leonardo Di Caprio rozó con sus pies la estatua de Buda, el mundo budista se levantó en protestas contra él, la condena fue mundial y total. Cuando Salman Rushdie escribió los versos satánicos hace muchos años ya, el mundo musulmán emitió una condena de muerte contra él, millones de musulmanes se comprometieron en una tarea muy particular: darle muerte a Rushdie en cualquier parte del mundo.

Pero no sucede nada cuando un bocón como el creador de Cosmos se burla de Jesucristo o cuando en el programa Padre de familia se dicen cosas que ofenden la fe de los cristianos. No creemos que deberían hacer lo mismo que los budistas o los musulmanes, los cristianos no fueron enseñados así por su maestro.

Pero no deja de resultar penoso cómo hoy la palabra respeto se presenta como una definición tan complicada de entender. Es defícil en cualquier parte del mundo que yo le insulte su madre a usted, en su propia cara, y en nombre del respeto y de la tolerancia le pida que no responda, que lo tome como un gesto de mi libertad, y en el ámbito de la tolerancia y la igualdad eso es, en cualquier parte del mundo y en cualquier idioma, un irrespeto, y lo menos que puedo esperar de usted es una bofetada, bien merecida, por decir lo menos. Pero no sucede así cuando insultan al carpintero de Galilea, a Jesús de Nazaret. A él lo pueden pisotear el creador de Cosmos, lo puede insultar el creador de Padre de familia, mientras, los cristianos solo suspiran de pesar al ver a su maestro convertido en un hazmerreír, pues en nombre de la tolerancia y la libertad están obligados a dejar que cualquier bocón diga del Maestro lo que quiera y se le antoje, que se burlen de él, que lo hagan mofa y lo denigren cada vez que pueden.

Nunca alimentaríamos un fanatismo religioso ni una ceguera que predique la muerte o la destrucción de aquellos que piensan distinto a lo que nosotros, pero hay algo que se está perdiendo en nombre de la libertad y la tolerancia, en particular cuando se refiere a los cristianos: el respeto.

No es fanatismo, pero así como la palabra respeto no resulta fácil de entender en este tiempo, estamos obligados también a reconocer la diferencia entre lo sagrado y lo profano, entre lo trivial y lo eterno. Lo sagrado, lo sacrosanto, es aquello que para muchos, miles y millones significa tanto, mucho y todo, puede ser Mahoma, Buda y también Jesucristo; a ese sentimiento, a esa profunda devoción, yo le debo respeto. La ciencia no es sagrada ni eterna, por lo tanto con ella se pueden reír, se pueden mofar, pero es necesario establecer esta línea de respeto entre lo trivial y lo sagrado, ya que la ciencia no es sagrada ni la religión es trivial para nadie.

No se puede en nombre de la libertad, de la tolerancia y la igualdad insultar a quien yo quiera y cuando se me antoje, aunque no crea eso, aunque no comparta esa creencia. Puedo disentir, puedo elucubrar mis propias conclusiones, pero ante todo debo respetar el pensamiento ajeno, y cuando se trata de sentimientos religiosos debo actuar con todo el respeto que se merece lo santo, lo puro y lo eterno.

No se trata de actuar “no políticamente correcto” como hoy se quiere entender el insulto, la diatriba y la burla que se hace del carpintero de Galilea, se trata de lo mínimo que se puede pedir en una sociedad abierta, libre y civilizada.

Sin embargo, es probable que esto no sea posible, que siempre habrá bocones y profanos que insulten, que denigren en nombre de la libertad, pero este humilde carpintero de Galilea seguirá allí soportando con el mismo sentimiento que sufrió en vida los insultos, la mofa y el desprecio, el sentimiento que ha transmitido a quienes lo siguen, ofrecer siempre la otra mejilla. No se puede decir nada contra eso.