26/04/2024
03:07 PM

Ahora que falta un Castro, surgen preguntas sobre el otro Castro

Ahora es, sólidamente, la Cuba de Raúl, una isla donde los milénicos hablan con sus primos por Skype.

Durante medio siglo, mientras Fidel Castro transformaba a Cuba en un Estado comunista y peleaba con Estados Unidos, su hermano Raúl trabajaba a su sombra, el socio júnior y disciplinado del dirigente autoritario.

Sin embargo, para cuando el Castro mayor murió, Raúl Castro, quien tomó posesión de los poderes presidenciales en el 2006, antes de recibir el título oficial en el 2008, había transformado a Cuba en un país irreconocible en muchas formas y, con todo, asombrosamente el mismo.

Raúl descartó algunos de los preceptos que Fidel había considerado sagrados, socavando el andamio comunista que había construido su hermano. Y, en un abrazo asombroso que agarró al mundo fuera de base, negoció con Estados Unidos el fin de un callejón sin salida diplomático que llevaba 50 años y que Fidel había mantenido fieramente.

Ahora es, sólidamente, la Cuba de Raúl, una isla donde los milénicos hablan con sus primos por Skype, donde los dueños de restaurantes se dan prisa para conseguir las calabacitas en estancias privadas y donde los estadounidenses atiborran las calles de La Habana Vieja.

Además de todo esto, tiene control férreo sobre el poder, al que protegen dirigentes militares de confianza en cargos vitales, así como un nuevo curso económico que él mismo generó, en el cual la empresa privada tiene una función esencial, aunque no es amenazadora.

No obstante, Fidel murió en un momento de gran incertidumbre. Venezuela, el benefactor regional de Cuba, se está colapsando económicamente. Y muchos cubanos están tratando de llegar a Estados Unidos mientras sigan existiendo los privilegios migratorios especiales para ellos.

Y, ahora, tras múltiples rondas de cambios hechos por el presidente Barack Obama para acercar a los dos países, surgió un comodín: la elección de Donald Trump, quien ha amenazado con debilitar la distensión entre ambos países a menos que pueda extraerle más concesiones al gobierno de Castro.

Funcionarios cubanos dicen que ya antes han capoteado fluctuaciones financieras y políticas, ya fuera el embargo estadounidense, el colapso de la Unión Soviética o los problemas económicos en Venezuela.

Ahora que ya no está Fidel, es posible que se pueda responder a una pregunta persistente: ¿El peso de su legado contenía a Raúl, evitando que desmantelara en forma sustancial el apreciado sistema que había construido su hermano o los pasos lentos y vacilantes hacia el cambio son un reflejo del propio deseo de Raúl por meterle vida nueva a la debilitada economía cubana, sin minar las estructuras del poder del Estado?

Roberto Veiga, el director de Cuba Posible, una organización con sede en La Habana que promueve el diálogo político, dijo que la muerte de Fidel “afectaría profundamente al pueblo” en la isla, pero que no cambiaría el curso del país.

“Tendrá un impacto emocional”, dijo Veiga. “Tendrá un impacto político. Pero no tendrá ningún impacto en cómo se gobierna al país”.

“Ha pasado mucho tiempo desde que Fidel estuvo en la presidencia”, añadió. “Raúl Castro ha estado dirigiendo a este país durante años. Tiene un equipo. Hay estabilidad”.

Enrique López Oliva, un historiador de la Iglesia en Cuba, ya retirado, espera cambios. Si bien no se regocijó con la muerte de Castro, dijo, le emocionaban las posibilidades que podría conllevar para el futuro de Cuba.

“Es el fin de una era y el comienzo de otra”, dijo. “La muerte misma, estábamos esperando que eso sucediera en cualquier momento. Pero ahora se siente como si estuviera a punto de comenzar una nueva fase”.

Algunos expertos sostienen que Raúl refrenó las verdaderas reformas económicas porque su hermano se oponía a ellas. Fidel, creen algunos, evitó que el Partido Comunista anunciara importantes esfuerzos en el congreso partidista de este año, dijo López.

“Ahora Raúl se sentirá más libre”, notó. “Indudablemente que se acelerará el proceso del cambio”.

López añadió que los cubanos estaban ansiosos de más cambios económicos porque el incremento en el turismo parecía haber tenido el efecto adverso de desviar alimentos y otras necesidades a ese sector. La escasez es común y demasiada la frustración.

López, quien vive con una pensión de 12 dólares mensuales, dijo que hace poco tuvo que vender dos lujosas lámparas antiguas para poder comprar comida.

“Cuando estuve en Miami, la gente me preguntaba que por qué no me quedaba en Miami, y yo dije que quería ver el final de la película”, dijo López, de 80 años. “Ahora lo estoy viendo. Estamos viviendo un momento histórico. Fui feliz por haber vivido la Revolución y feliz de vivir esto”.

Raúl ha mostrado disposición a cambiar el curso. Brian Latell, un ex analista de la CIA quien ha seguido a la dirigencia cubana muy de cerca durante décadas, dijo que la relación de los hermanos Castor alguna fue como un espectáculo. Fidel interpretaba al director genio y voluble, que lanzaba visiones audaces, mientras que Raúl era el productor tras bambalinas que se aseguraba que funcionara el micrófono, que se les pagara a los actores y que todos siguieran el guion.

Sin embargo, a medida que se retiraba Fidel, explicó, Raúl fue cada vez más libre para dirigir la producción en una dirección distinta, pero conservando su espíritu.

De tiempo atrás, Raúl ha enmarcado su visión como la continuación de la revolución, prometiendo construir “un socialismo próspero y sustentable”.

Fue Raúl quien se quejó de las excesivas burocracia y corrupción estatales cuando dijo que se tenía que reducir la fuerza de trabajo pública.

“Tenemos que borrar para siempre la noción de que Cuba es el único país en el mundo donde uno puede vivir sin trabajar”, dijo en la Asamblea Nacional, en el 2010.

Remplazó a muchos de los dirigentes séniores de Fidel con sus propios aliados de confianza en el Ejército. Abrió un espacio limitado para la empresa privada, introdujo los incrementos salarias basados en el desempeño y redujo los subsidios estatales, rechazando públicamente “los tres principios del fidelismo: el paternalismo, el idealismo y el igualitarismo”, dijo Latell.

Fidel empezó su prolongado retiro de la vida pública en agosto del 2006, cuando una grave enfermedad intestinal lo obligó a apartarse. Primero le cedió el poder a Raúl, provisionalmente en un inicio y, luego, en forma permanente en el 2008.

Los cubanos y expertos extranjeros interpretaron el silencio de Fidel después de que Estados Unidos y Cuba anunciaron que restablecerían relaciones diplomáticas en el 2014 como un signo de que el ex dirigente estaba extremadamente enfermo.

Algunos observadores de Cuba se preguntan si se hubiera podido lograr el avance con Estados Unidos si Fidel hubiera estado todavía en el poder o si hubiera tenido mejor salud. Sin embargo, otros creen que los cambios debieron haber contado con el apoyo de Fidel o, por lo menos, que Raúl actuó con la creencia de que estaba siguiendo el gran diseño de su hermano.

En el discurso televisado para anunciar la reconciliación con Estados Unidos, Raúl dijo que su apertura a las pláticas era “una posición que nuestro camarada Fidel le había expresado al gobierno de Estados Unidos, tanto en público como en privado, en distintos momentos de nuestra larga lucha”.

Mientras que Raúl tiene firme control y, al parecer, goza de buena salud, muchas personas dentro y fuera de Cuba se preguntan qué tipo de Cuba viene después de él.

Raúl, de 85 años, se ha comprometido a hacerse a un lado en el 2018. Se espera que su vicepresidente y ex ministro de educación superior, Miguel Mario Díaz Canel Bermúdez, de 56 años, ocupe la presidencia. Sin embargo, en los círculos opacos, estrictamente asegurados, de la política cubana, es imposible saber con certeza.

© New York Times News Service