25/04/2024
04:53 PM

¿Dónde diablos queda el infierno?

Mi reciente artículo sobre la proporción de crímenes que se podrían atribuir a creyentes y ateos -siendo estos últimos una minoría- y el cual no estaba para nada relacionado con el asunto de la existencia o no de un dios todopoderoso, me trajo una avalancha de correos de gente que no lo entendió.

Citas de la Biblia, ofertas de premios celestiales y amenazas de fuego eterno en el infierno me hicieron buscar en mi archivo un artículo publicado tiempo atrás.

Lo siento señoras y señores, pero tengo que repetir algunos de aquellos conceptos, aunque vuelva a escandalizar a todos los que –en mi opinión-- siguen creyendo en magia.

¿Dónde queda el infierno?

Antes, cuando la ignorancia de la gente era mayor, el cielo se ubicaba arriba, un poco delante de las nubes. El infierno –consecuentemente-- quedaba abajo, camino al centro de la Tierra.

Era fácil saber que el cielo estaba arriba; ahí han residido dioses como Zeus, Afrodita y Mercurio, ahí han volado algunos profetas como Mahoma e hijos de dios como Jesucristo, de ahí vino Quetzalcoalt, ahí queda el reino de Tezcatl, dios supremo del cielo y la tierra.

Lo bueno estaba arriba y, por consiguiente lo malo abajo, no muy difícil de comprender.

Pero, la cuestión se puso complicada cuando los primeros aviones subieron un poco más arriba de las nubes y no vieron nada. No mucho tiempo después un astronauta ruso, (German Titov si mal no recuerdo) al descender de un viaje orbital, declaró que no había visto angelitos ni nada parecido.

Resultó que el cielo ¡no estaba arriba!

Naves interplanetarias no tripuladas ya vuelan más allá del Sistema Solar y tampoco han encontrado nada. De igual manera potentes telescopios escudriñan los más distantes rincones del cosmos sin detectar algo que se parezca al cielo de “arriba”.

Y entonces, si el cielo no queda arriba, ¿dónde diablos quedará el infierno?

Creer en la existencia del infierno es decisivo para creer en la existencia del cielo. Si no hay infierno todos van al cielo, se porten bien o mal.

¿Quiere eso decir que Hitler y Pablo Escobar comparten la vida eterna con Gandhi y la Madre Teresa? ¿Que los violadores y asesinos van al mismo lugar que sus víctimas?

¿No hay castigo por portarse mal? Eso ya lo vemos en nuestras cárceles; pero ¿serán iguales las cosas en la eternidad?

Lo digo con absoluta sinceridad: no creo que exista el infierno y tampoco el cielo y no me preocupa, no intento –como los faraones-- construir un “más allá” donde pueda vivir eternamente.

Somos en este mundo igual que los árboles y los animales, nada especial por poseer inteligencia y capacidad de fabricar objetos o inventar dioses y luego autoproclamarnos “hechos a su imagen y semejanza.

Al morir volvemos a la tierra y nos convertimos en polvo. Nuestro cuerpo se recicla. Regresamos al origen y a esa clase de eternidad, la cual es la única que la ciencia –y la razón-- pueden demostrar.

No creo que existan lugares especiales de premio y castigo para las almas.

Es más, lo digo con absoluta sinceridad, no creo en la existencia del alma, punto.

Esa era la base del artículo sobre crímenes de creyentes y ateos.

Los buenos no lo son porque crean en dios, los ateos no necesariamente somos malos.

Como los creyentes supuestamente son la mayoría, es lógico entonces que la mayoría de los crímenes son cometidos por quienes creen en dios.

No quiero ofender a nadie, todos son libres de creer en la magia de “hágase”, serpientes que hablan y en héroes bíblicos que detienen un sol que nunca se ha movido de donde está.

De igual manera yo soy libre de pensar que la mayoría de los crímenes son cometidos por gente creyente y “temerosa” de dios y no por ateos.