07/05/2024
12:17 PM

Déjame amarte ahora

San Pedro Sula, Honduras.

Está claro que los efectos que surgen como consecuencia de consentir en el mal en nuestros días son muchos. Efectos que vapulean a la familia, la sociedad y al individuo que lo tolera. Muchos de ellos podrían estar siendo agrandados, en parte, por la fragilidad que muestran los gobernantes o personas que están en puestos de liderazgo en ceder a la presión y deseos humanos, y no a las disposiciones absolutas de Dios y sus deseos perfectos (que es lo mejor para el ser humano).

O, en parte, como diría el teólogo salvadoreño Gerardo Alfaro, por la desmesurada influencia, ad nauseam, que ejercen los medios de comunicación (en su mayoría éticamente liberales), o debido al canibalismo de las grandes corporaciones, que con el deseo de agenciarse más clientes y más dinero, les hace patrocinar un estilo de vida que solo les beneficia a ellos.

Pero sea cual sea la causa y el efecto, lo cierto es que el príncipe de este mundo (Satanás) se aprovecha para destruir. Aunque eso tampoco significa que estamos totalmente a su merced. Santiago lo ilustra de esta manera:

“Cuando ustedes sean tentados a hacer lo malo, no le echen la culpa a Dios, porque Él no puede ser tentado, ni tienta a nadie a hacer lo malo. Al contrario, cuando somos tentados, son nuestros propios deseos los que nos arrastran y dominan. Los malos deseos nos llevan a pecar; y cuando vivimos sólo para hacer lo malo, lo único que nos espera es la muerte eterna” (1:13-15 TLA).

Ahora, el efecto para superar el mal:

“Al que soporta las dificultades, Dios lo bendice y, cuando las supera, le da el premio y el honor más grande que pueda recibir: la vida eterna, que ha prometido a quienes lo aman. Mis queridos hermanos, no sean tontos ni se engañen a ustedes mismos. Dios nunca cambia. Fue Dios quien creó todas las estrellas del cielo, y es quien nos da todo lo bueno y todo lo perfecto. Además, quiso que fuéramos sus hijos. Por eso, por medio de la buena noticia de salvación nos dio una vida nueva” (1:12, 16-18 TLA).

La esperanza está allí, sólo debemos aceptar la buena noticia de salvación. Y el amor que esa acción generará, nos ayudará a soportar y a superar lo malo y nos dará nueva vida.

No seamos reacios, pues, a recibir el regalo. Y atendamos con prontitud e interés a la “voz” que viene con él:

“Vamos, déjame amarte ahora. Déjame amarte y así abrazarte en la tormenta. Te mantendré seguro y cálido. Vamos, déjame amarte ahora. Déjame amarte y así hacer desaparecer tus lágrimas con un beso. Yo siempre voy a estar aquí. Vamos, déjame amarte. Mi amor puede darte mucho más. Y si tú te decides por Mí y no por las otras cosas, Yo te daré lo que estás buscando. Vamos, déjame amarte ahora” (Third Day, grupo musical estadounidense).