El pasado y el futuro se difuminan en predicciones

Astrólogos y expertos afirman que no se puede predecir el futuro.

Foto: Agencia Espacial Europea

Una impresión artística de la nave espacial Gaia, que ha mejorado la capacidad de los científicos para rastrear las estrellas más allá del sistema solar.

jue 4 de abril de 2024

Por: Dennis Overbye/The New York Times

Independientemente de lo que digan los encuestadores políticos y los astrólogos, no podemos predecir el futuro. De hecho, ni siquiera podemos predecir el pasado.

En 1814, Pierre-Simon Laplace —el matemático, filósofo y rey del determinismo francés— dijo que si fuera posible conocer la velocidad y la posición de toda partícula del universo en un momento en particular, y todas las fuerzas que actuaban sobre ellas, “para un intelecto así nada sería incierto y el futuro, al igual que el pasado, sería para él el presente”.

Su sueño sigue sin cumplirse porque no podemos medir las cosas con precisión infinita, por lo que pequeños errores se propagan y acumulan con el tiempo, generando cada vez mayor incertidumbre. Como resultado, en la década de 1980 algunos astrónomos llegaron a la conclusión de que no se podía confiar en las simulaciones por computadora de los movimientos de los planetas cuando se aplicaban más de 100 millones de años en el pasado o en el futuro. (El universo tiene 14 mil millones de años y el sistema solar tiene unos 5 mil millones de años).

“No se puede elaborar un horóscopo exacto para un dinosaurio”, dijo Scott Tremaine, experto en dinámica orbital del Instituto de Estudios Avanzados, en Princeton, Nueva Jersey, recientemente.

Carta astral

La antigua carta astral se ha vuelto aún más difuminada. Nuevas simulaciones por computadora, que toman en cuenta los efectos de las estrellas que pasan por nuestro sistema solar, han reducido efectivamente la capacidad de los científicos de mirar hacia atrás o hacia adelante otros 10 millones de años. Simulaciones anteriores habían considerado al sistema solar como un sistema aislado, un cosmos mecánico en el que las principales perturbaciones a las órbitas planetarias eran internas, resultantes de los asteroides.

“Las estrellas sí importan”, afirmó Nathan Kaib, científico senior en el Instituto de Ciencias Planetarias, en Tucson, Arizona. Él y Sean Raymond, del Laboratoire d’Astrophysique de Bordeaux, en Francia, publicaron sus resultados en la revista Astrophysical Journal Letters en febrero.

Los investigadores descubrieron que HD 7977, una estrella similar al Sol que actualmente yace a 247 años luz de distancia en la constelación de Casiopea, podría haber pasado lo suficientemente cerca del Sol hace unos 2.8 millones de años como para sacudir a los planetas más grandes en sus órbitas.

Esa incertidumbre adicional dificulta aún más para los astrónomos pronosticar más allá de 50 millones de años en el pasado y correlacionar anomalías de temperatura con posibles cambios en la órbita de la Tierra. Ese conocimiento sería útil al tiempo que intentamos comprender el cambio climático. Hace unos 56 millones de años, dijo Kaib, la Tierra evidentemente pasó por el Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno, un periodo que duró más de 100 mil años durante el que las temperaturas globales promedio aumentaron hasta 8 grados centígrados.

¿Fue provocada esta ola de calor por algún cambio en la órbita de la Tierra alrededor del Sol? Quizás nunca lo sabremos.

Los cálculos de Kaib arrojan que alrededor de 20 estrellas se acercan dentro de un parsec (aproximadamente 3.26 años luz) del Sol cada millón de años. HD 7977 podría haberse acercado a 644 mil millones de kilómetros del Sol, o permanecer mil veces más distante. Los efectos gravitacionales del encuentro más cercano podrían haber sacudido las órbitas de los planetas gigantes exteriores, que a su vez podrían haber sacudido los planetas interiores como la Tierra.

“Eso es potencialmente lo suficientemente poderoso como para alterar las predicciones de las simulaciones sobre cómo era la órbita de la Tierra más allá de aproximadamente 50 millones de años”, dijo Kaib.

Como resultado, añadió, casi todo es estadísticamente posible si se mira con suficiente antelación: “De hecho, hay alrededor de un 1 por ciento de posibilidades de que Mercurio choque con el Sol o con Venus en el curso de los próximos 5 mil millones de años”.

©The New York Times Company 2024

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