Bienvenido a Japón, donde las malas noticias son relativas

Japón hace frente al envejecimiento de la población y el control del país en un solo partido.

Foto: Issei Kato/Reuters

En Japón, incluso tras la inflación, comer es costeable: un plato de ramen cuesta unos 7 dólares; una comida cuesta 12.

mié 27 de marzo de 2024

Por: Motoko Rich, Hisako Ueno y Kiuko Notoya/The New York Times

TOKIO — La economía está ahora en recesión después de crecer apenitas durante décadas. La población continúa reduciéndose y el año pasado los nacimientos cayeron a su punto más bajo. La política del País parece congelada mientras un partido mantiene virtualmente el control del poder sin importar qué tan contaminado por escándalos e impopular se vuelve. Pero no hay motivo de preocupación. Esto es Japón, donde todas las malas noticias son relativas.

La ecuanimidad refleja una mentalidad de no agitar las aguas: “Shouganai” —”no puede evitarse”— es una especie de estribillo nacional.

Es fácil ver por qué la gente puede mostrarse despreocupada. Hay poco desempleo, los trenes operan puntuales y los cerezos florecen cada primavera. Los turistas inundan los santuarios y los distritos comerciales, y el mercado de valores ha alcanzado un nivel récord. Incluso después de un poco de inflación, se puede conseguir un plato de ramen por menos de 7 dólares, o una comida de varios tiempos por unos 12 dólares.

$!Los turistas inundan los santuarios y los distritos comerciales de Japón, y la bolsa de valores alcanzó un nivel récord.

En general, la vivienda está al alcance del bolsillo incluso en Tokio y todo el mundo está cubierto por el seguro médico nacional. La criminalidad es baja: en el 2022, hubo sólo tres asesinatos con armas de fuego en todo Japón. Si olvidas tu teléfono celular en un restaurante, es probable que esté ahí cuando regreses.

“Estoy bastante contento con mis condiciones de vida”, dijo Chihiro Tsujimoto, de 26 años, percusionista de música clásica. “Supongo que Japón está en paz”, añadió. “Así que la generación joven no siente que necesita cambiar este País”.

Envejecimiento de la población

Esa adormecedora sensación de calma se ve intensificada por un mundo exterior plagado de guerras y retos sociales.

“A menudo hago viajes de negocios a Estados Unidos y Europa, y siento que la sociedad y el sistema japoneses son muy estables en comparación con otros países con diversos problemas como inmigrantes, altas tasas de criminalidad y disturbios”, dijo Hisashi Miwa, de 65 años, que trabaja para un fabricante de productos químicos.

Aún así, bajo la plácida superficie de Japón, persisten muchos problemas arraigados. Con su intensa cultura laboral y presiones sociales, Japón figura entre los países desarrollados más infelices, arroja un reporte anual respaldado por la ONU, y el suicidio es una preocupación importante. La desigualdad de género está profundamente arraigada y se resiste al cambio, y la tasa de pobreza entre los hogares monoparentales es una de las más altas entre las naciones ricas. Las zonas rurales se están vaciando rápidamente y el envejecimiento de la población aumentará cada vez más la carga a las pensiones y los cuidados.

El año que viene, casi una de cada cinco personas en Japón tendrá 75 años o más, un fenómeno que expondrá cada vez más la escasez de mano de obra en un País que lucha por aceptar e integrar a los inmigrantes. Ya están surgiendo brechas de servicio en algunas de las instituciones más preciadas del País.

“Tarda 4 o 5 días recibir una carta”, dijo Sayuri Shirai, profesora de manejo de políticas en la Universidad de Keio, refiriéndose al servicio postal nipón, que solía entregar cartas de manera confiable un día después de ser enviadas. “La calidad del servicio ya no es tan buena”.

Estos inconvenientes son más una irritación que una señal de un inminente colapso social. El declive de Japón es gradual y, en algunos aspectos, apenas perceptible, después de que el País alcanzó su riqueza en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

La economía —ahora la cuarta más grande del mundo, después de caer por debajo de la de Alemania en marzo— ha resistido en gran medida una tasa de deuda nacional que es la más alta del mundo.

“Creo que todo el mundo sabe lo que se avecina, pero es tan lento que es muy difícil abogar de alguna manera por un gran cambio”, dijo Mieko Nakabayashi, profesora de política en la Universidad de Waseda, en Tokio.

Los índices de desaprobación del Gobierno, los más altos desde 1947, reflejan la exasperación del público por un escándalo financiero que ha cautivado a los medios japoneses, pero que ha sido demasiado complicado para que la mayoría del público en general lo siga a detalle. Incluso aquellos que piensan que a Japón le vendría bien una reorganización están más resignados que radicalizados.

“Pensé que los japoneses eran un poco más inteligentes, pero nuestra economía, que antes se decía que era de primera clase, ahora es de segunda o tercera categoría, y nuestro Gobierno tal vez ni siquiera sea de cuarta o quinta categoría”, dijo Fuchi Beppu, de 76 años, un trabajador hotelero jubilado.

Aún así, dijo, “al fin y al cabo, es una democracia”.

©The New York Times Company 2024

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