Las gasolineras rurales, parte de la cultura del sur de Estados Unidos

Los estadounidenses del sur del país disfrutan de los restaurantes improvisados en las gasolineras.

Foto: Kate Medley

Chiappini’s abrió sus puertas en 1935 en Melrose, Florida. Vende artículos de caza y cerveza, pero ya no vende gasolina.

mar 19 de marzo de 2024

Por: Kim Severson/The New York Times Company

INDIANOLA, Mississippi — La ciudad de Nueva York tiene sus bodegas. El sur estadounidense tiene sus gasolineras.

Cuando te detienes por aceite de motor en Mississippi, también puedes comprar una brocheta de pollo frito. En Carolina del Norte, puedes comprar un plato humeante de pozole. Podría haber shawarma junto a los cartuchos de escopeta, o trozos de suave queso hoop y paquetes de galletas saladas a la venta en el mostrador junto con billetes de lotería y pay de nuez hecho por la hermana del dueño.

Documentar estos templos sureños independientes del comercio y la comunidad se ha convertido en un foco singular para la fotoperiodista Kate Medley, quien, como la mayoría de los niños criados en Mississippi, creció comiendo en gasolineras rurales.

Medley, de 42 años, que ahora vive en Durham, Carolina del Norte, ha pasado más de una década recopilando imágenes para su libro de fotografías, “Thank You Please Come Again”, que la revista digital The Bitter Southerner publicó en diciembre.

“Estos lugares encierran un gran misterio”, dijo. “Vas circulando por la carretera y captan tu atención visual. Entonces te preguntas qué hay detrás de esa puerta de cristal cuando escuchas sonar esa campanita”.

Hace una docena de años, Medley descubrió una gasolinera Citgo en Durham que se había convertido en un lugar nicaragüense llamado Latin America Food Restaurant. Ella desarrolló una teoría.

“Podría trazar las rutas alimentarias de los inmigrantes en el Sur a través de lo que estaba sucediendo detrás de estas estaciones de servicio”, dijo.

Gasolineras rurales

Algunas gasolineras independientes se están desvaneciendo ante la luz fluorescente de las grandes cadenas, con su gasolina barata, sus rostizadoras de hot dogs y sus infinitas máquinas expendedoras de refrescos. Algunos propietarios de estaciones dejan que las bombas queden secas o las retiran por completo porque la economía local está demasiado deprimida. Otras gasolineras se han convertido en iglesias o clubes nocturnos o quedado abandonadas.

El libro inicia con un ensayo de Kiese Laymon, quien creció en una parte de Jackson, Mississippi, muy diferente a la de Medley. Aún así, entendió su proyecto inmediatamente cuando ella lo contactó.

“Nunca había pensado en el hecho de que mis restaurantes favoritos, cuando era niño, cuando era adolescente, cuando era adulto al regresar a Mississippi, casi todos despachaban gasolina”, escribe. “Y nunca, jamás, pensé en ellas como gasolineras que servían comida”.

En 2005, Medley se dio cuenta de que se podía estudiar una región a través de su comida en la Universidad de Mississippi en Oxford, donde comenzó un programa de maestría en estudios del Sur. El huracán Katrina pegó al día siguiente de su inicio. Pasó los siguientes meses viajando por el Estado cubriendo la devastación para The New York Times, y sus viajes fueron impulsados por gasolineras rurales.

“Es simplemente este ingenio que no encuentras en otros lugares”, dijo Medley.

Tomó imágenes de Nina Patel y sus samosas en Tasty Tikka, dentro de una estación Shell en Irmo, Carolina del Sur, y de Gina Nguyen sosteniendo un banh mi de camarones con mantequilla de ajo en Banh Mi Boys, que abrió en una Texaco de propiedad familiar en Metairie, Louisiana.

Betty Campbell, de 69 años, y su esposo abrieron Betty’s Place en una antigua gasolinera en Indianola hace unos 20 años. Está a unas dos cuadras del Museo BB King. Campbell era cocinera habitual del músico de blues y su personal, preparando platos sureños como camote, pollo al horno y pastel de cajeta.

Las paredes del restaurante están cubiertas con firmas de turistas de todo el mundo que han venido para aprender sobre el blues.

Los pequeños pueblos del sur siguen segregados informalmente, pero no en las gasolineras que venden comida —ni en los restaurantes que venden gasolina.

“Hay algo acerca de la accesibilidad y de reunirse en un espacio que toda la comunidad comparte casi por necesidad o al menos por conveniencia”, dijo Medley.

“Todos son bienvenidos siempre, pase lo que pase”.

©The New York Times Company 2024

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